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P. m. Díez | m. Pérez
Miércoles, 13 de abril 2022, 07:17
El confinamiento que sufren 25 millones de personas en Shanghái como consecuencia del rebrote del coronavirus desde hace ya más de tres semanas ha desbordado la capacidad de aguante de miles de ciudadanos. Desde el fin de semana, varios barrios de la ciudad han registrado ... disturbios y distintos incidentes, así como el saqueo de establecimientos y de puntos de suministro de alimentos ante la deficiente cadena de distribución de comida entre los aislados.
En una imagen muy poco habitual en una urbe china, algunos vídeos mostraban ayer a masas de vecinos doblegando las vallas de contención, así como estanterías de supermercados completamente arrasadas. En muchas comunidades se practica una 'economía de trueque' al haberse terminado los productos de primera necesidad y aumenta una sensación de caos que las autoridades prometieron combatir con una distribución más rápida y eficiente de las raciones de alimentos. Asimismo, el descontento ciudadano se ve alimentado por la drástica política de las autoridades chinas, que han separado a numerosos hijos de sus padres para evitar la trasmisión del virus en familias donde se ha descubierto una infección.
El domingo se contabilizaron unos 25.000 nuevos casos de coronavirus (en total se sobrepasan los 220.000 desde marzo), lo que ha acrecentado la sensación de miedo, no solo en la capital financiera sino en otras ciudades que temen verse sometidas al mismo estricto control. Incluso, Estados Unidos ordenó ayer la salida del personal de la Embajada en Shanghái y sus familias «debido al brote de Covid-19 en curso y al impacto de las restricciones relacionadas con la respuesta de la República Popular de China»; unas medidas que calificó de «arbitrarias». Washington también pidio a sus conciudadanos que eviten viajar a esta zona y otras del país asiático y mostró a las autoridades chinas su «preocupación por la seguridad y el bienestar» de la población.
Tarde o temprano el coronavirus acaba golpeando a todos los países. Eso es lo que le está ocurriendo ahora a China, que se había protegido muy bien contra la pandemia tras controlar su estallido en Wuhan hace dos años, pero sufre su peor brote desde entonces por la irrupción de la supercontagiosa variante ómicron. Como si no hubiera pasado el tiempo, el régimen ha optado por la misma solución para atajarlo, confinando no solo a los veinticinco millones de habitantes de Shanghái, sino a decenas de millones más en otras ciudades donde se han detectado casos.
El problema es que esta política de 'covid 0', que funcionó como medida de emergencia para atajar la propagación inicial, puede que no sirva para contener al subtipo BA.2 de ómicron, que ya circula por 28 de las 31 provincias del país y que es hasta un 30% más contagioso. Más difícil de detectar por la levedad de sus síntomas, la altísima capacidad de transmisión de la BA.2 es tan imparable como los resfriados de cada invierno, por lo que el resto del mundo ha decidido convivir con ella y «gripalizarla» gracias a la protección de las vacunas y de la inmunidad de grupo adquirida por los contagios de los dos últimos años.
220.000 ciudadanos de Shanghái han resultado contagiados desde marzo, según han confirmado las autoridades. Sin embargo, curiosamente no se ha registrado ni un solo fallecido y se asegura que la inmensa mayoría de contagiados son asintomáticos. Las cifras oficiales ofrecidas por el régimen vuelven a quedar en duda.
Pero China, que había basado su blindaje en el cierre de fronteras y en unas vacunas propias que parecen ser menos efectivas que las occidentales frente a ómicron, no cuenta con dicha inmunidad de rebaño. Para colmo de males, el nivel de inoculación completa entre los mayores de 60 años no es tan alto como en Occidente y ésta es la población más vulnerable.
Con más de 50 millones de personas mayores de 60 años sin la pauta completa y al menos 15 millones de octogenarios sin vacunar, el riesgo para China es que ómicron cause una sangría como la que sufre Hong Kong desde principios de año. Sin ataúdes en las funerarias, la excolonia británica presenta uno de los índices de mortalidad más elevados del mundo. Una de cada cuatro infecciones termina en fallecimiento.
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