ZIGOR ALDAMA
Martes, 27 de diciembre 2022, 18:16
Consumo de venganza. Así se conoce al impulso de gastar dinero que sienten muchas personas después de haber visto restringida su vida habitual durante un tiempo prolongado. Es lo que sucedió en Europa cuando se eliminaron las cortapisas a los viajes tras más de un ... año de pandemia. El ahorro embalsado provocó que se dispararan el consumo -tanto que propició la primera ola inflacionista- y el turismo al grito de '¡ya era hora!' en una ola que atrapó a muchos desprevenidos. Entre ellos a las aerolíneas, que fueron incapaces de arrancar motores y absorber toda la demanda.
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Ahora es el turno de China. El país ha desmantelado la política del 'cero covid' después de casi tres años encerrada en sí misma, y el próximo 8 de enero abrirá las puertas de par en par. Los ciudadanos podrán salir libremente y solo hará falta una PCR negativa para regresar. A partir de ahí, el país que más turistas enviaba al mundo hasta 2019 prevé una estampida que, según las previsiones del China Outbound Tourism Research Institute (COTRI), podría animar a 60 millones de personas a viajar fuera de sus fronteras. 120 millones si se cuentan quienes visitan las regiones especiales de Hong Kong y Macao. Todavía son pocos si se comparan con el récord de antes de la pandemia, cuando 170 millones se aventuraron al extranjero, pero COTRI espera que en 2024 ya se supere esa cifra.
«Va a ser una recuperación por etapas: primero regresarán los viajes de negocios y de estudios. Luego, seguramente en el tercer y el cuarto trimestre, se sumarán los turistas», vaticina Wolfgang Georg Arlt, consejero delegado de COTRI, en una entrevista con EL CORREO. «Hay una demanda enorme y la oferta tiene que ir recuperándose, porque el número de vuelos internacionales a China todavía es ridículo. Habrá que ver también con qué velocidad se reanuda la expedición de pasaportes», añade.
En el primer apartado, el Gobierno pretende alcanzar el día de Reyes el 70% del volumen de pasajeros aéreos de 2019 -en cifras globales-, y niveles de vuelos similares a los de antes de la pandemia a finales de marzo. Eso facilitaría la reactivación del turismo internacional en ambos sentidos, porque ahora opera menos del 5% de los vuelos internacionales de hace tres años y la mayoría solo ofrece plazas a precios prohibitivos. Por ejemplo, si antes del covid un vuelo entre España y China se podía reservar por unos 600 euros, ida y vuelta, hace una semana era difícil encontrarlo por menos de 2.000. Ahora ya ha bajado hasta los 1.200 euros, y se prevé que los precios continúen cayendo según se añaden nuevos vuelos.
El problema es que los destinos no están preparados para el 'boom' que se avecina. «Se han reducido mucho los recursos destinados a atraer al turista chino y no se está haciendo el marketing necesario para aprovechar la oportunidad que se vislumbra», comenta Arlt. En su opinión, son las ciudades y regiones menos conocidas las que podrían hacer más caja esta vez, «porque el interés turístico de los chinos ha cambiado y ya no se ven tan atraídos por los lugares más conocidos y masificados».
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En Shanghái, Liu Miangfei corrobora sus palabras. «Tengo mono de viajar, y eso que antes no lo hacía tanto. Me siento encerrada desde hace tres años, y tengo ganas de descubrir algún sitio nuevo al que no vaya mucha gente. Hacerse una foto con la Torre Eiffel y viajar con un grupo que llena varios autobuses ya no mola», comenta esta treintañera. Y las encuestas lo confirman: ya solo un 7% está dispuesto a ir detrás de un guía que agita una banderita. Lo 'cool' ahora es subir imágenes en lugares que la mayoría de la gente desconoce para diferenciarse del rebaño. «Si me llega el presupuesto, quiero visitar algún pequeño país europeo», apostilla.
El responsable de COTRI señala directamente a Euskadi como un potencial beneficiario. «Puede ofrecer dos cosas que los turistas chinos valoran mucho: cultura y gastronomía. También prevemos que crezcan mucho los viajes de naturaleza y en autocaravana», comenta. Habrá una explosión de áreas de nicho, «pero es que en China cada uno está compuesto por cientos de miles de personas, si no de millones». Eso sí, Arlt subraya que para atraerlos hay que invertir en marketing. «Al principio puede resultar más caro, pero el retorno también es mayor. En Irán, por ejemplo, desarrollaron tours del azafrán y los han llenado», explica, antes de señalar a Santiago de Compostela como otro destino interesante: «Al fin y al cabo, China es el quinto país con más cristianos del mundo».
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En cualquier caso, Arlt subraya que los modelos tradicionales de promoción occidentales no funcionan en China. La prensa tiene allí un valor muy diferente y ni siquiera los 'influencers' son ya un valor seguro «porque han protagonizado demasiados escándalos». Para él, el boca a oreja en redes sociales es ahora la clave del éxito. «Gente que igual tiene menos seguidores pero más tracción entre ellos porque pertenece al mismo círculo y tiene más credibilidad. Por eso, puede tener más relevancia que alguien del Museo Guggenheim dedique cinco minutos de su tiempo a participar en la emisión en directo que haga un chino que una campaña publicitaria que cuesta mucho más y apenas logra 50.000 visitas, que en China no es nada», explica el experto alemán.
En 2019, 699.000 turistas chinos visitaron España, todavía lejos del millón que el Gobierno había proyectado para 2020, un año en el que su número se desplomó hasta los 132.000. En 2021, con las fronteras prácticamente selladas, apenas llegaron 29.100 personas procedentes de China. Incluso menos que desde Japón, donde las restricciones se retiraron antes. Sin embargo, nuestro país goza de muy buena imagen entre los viajeros del gigante asiático, que también son especialmente interesantes para el turismo español porque viajan fuera de la temporada alta y pueden ser una buena vacuna para la elevada estacionalidad del sector.
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«Los turistas chinos cada vez buscan experiencias más locales, y lo que más aprecian es sentirse bienvenidos y que se respete su cultura. Pero China es muy grande y tiene diferentes grados de desarrollo, por lo que hay que elegir bien a quién se quiere atraer. Si se busca a la señora de 55 años de Ningxia, pues aún es importante tener un termo en la habitación de hotel, pero los urbanitas no lo necesitan porque son cada vez más sofisticados», señala Arlt, que considera esta coyuntura «una ocasión para hacer bien las cosas, primar la calidad sobre la cantidad, y evitar volver a caer en el viejo modelo de turismo masificado, que no es sostenible».
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