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Karen Pinto Garzón
Miércoles, 29 de julio 2020, 00:33
Trabajar por las poblaciones más vulnerables en un país extremadamente desigual y con 1.300 millones de habitantes es ciertamente difícil, pero hacerlo en medio de una pandemia se convierte en un grandísimo reto para cualquier ONG. Como el que asume la Fundación Vicente ... Ferrer, cuya presidenta, Anna Ferrer, fue ingresada este martes en el hospital de Bathalapalli, en India, después de testar positivo por Covid-19.
Afortunadamente, este centro de salud fue nombrado por el Gobierno de Andhra Pradesh, uno de los veintinueve Estados indios, como el más importante para atender a los enfermos por coronavirus. Y es, además, propiedad de la Fundación desde que se inauguró en el año 2000,
Según el parte médico, la presidenta y cofundadora de 73 años presenta síntomas leves y por eso ha sido ingresada para realizarle un seguimiento. «Mi madre se encuentra bien y está recibiendo la mejor asistencia posible por parte de un equipo médico comprometido y con experiencia», declaró su hijo a la prensa.
El ingreso de Anna Ferrer, cuya organización tiene sede en Barcelona y se ha dedicado desde hace décadas a la atención de los desfavorecidos, es un ejemplo más del avance de la epidemia en el país asiático, que este martes registró 50.000 nuevos contagios, el sexto día consecutivo con una cifra tan elevada, sumando un millón y medio de víctimas y unos 34.000 fallecidos. Es el segundo país que registra el mayor aumento de muertes en el mundo, depués de Estados Unidos.
Lo preocupante es el acelerado incremento de contagios en una nación que es muy desigual y que acumula el mayor número de pobres del planeta, según la ONU. A finales de marzo, el Gobierno indio declaró un confinamiento estricto, pero ese encierro se ha terminado convirtiendo en una tragedia humanitaria en muchas regiones donde los habitantes necesitan salir a trabajar a diario para lograr comida.
Varios medios internacionales publicaron imágenes impactantes en las que se veía cómo la policía golpeaba con palos a multitudes de personas que protestaban porque tenían hambre. Eran millones de trabajadores informales que se quedaron sin ingresos de la noche a la mañana, y forman parte de la inmensa migración rural india.
Con un sistema de salud ya de por sí precario, según informó la semana pasada el 'New York Times', los centros de salud cada vez se congestionan más y en algunas zonas hay «largas colas de cadáveres en los centros de cremación». Este diario indica que la población, la desigualdad y la inclinación del Gobierno central en «impulsar la economía» son algunos de los factores que empeoran la pandemia. Por si fuera poco, la reactivación también se está viendo lastrada porque cientos de miles de trabajadores que marcharon a sus pueblos renuncian a regresar ahora a las ciudades y a sectores como la construcción, la industria, la seguridad o el empleo doméstico por miedo al hacinamiento y la expansión de la epidemia.
No en vano, desde que se levantó la cuarentena, a inicios de mayo, en la mayoría de ciudades los contagios se han disparado. Por ello, el primer ministro Narendra Modi, alertó el domingo sobre el aumento de casos y pidió un mayor uso de la mascarilla. «A veces tenemos problemas con la mascarilla. Algunos se la quitan para hablar. Cuando penséis en quitárosla, pensar en los doctores que luchan contra el coronavirus con la mascarilla puesta durante horas», recomendó el dirigente indio.
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