El resultado de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), fue un terremoto político. Si bien solo eligen a los candidatos de las parlamentarias de medio término (noviembre), que renuevan un tercio del Senado y la mitad de Diputados, miden con precisión el ánimo ... social y político, en la mayor encuesta nacional.

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El promedio de las mediciones previas apuntaba un ajustado triunfo oficialista, sostenido por su principal bastión y feudo kirchnerista, la provincia de Buenos Aires. Pero, la realidad fue muy cruel: la oposición triunfó, tanto en Argentina como en Buenos Aires. La victoria de Juntos por el Cambio (coalición de radicales y macristas) tiñó de amarillo el mapa político, superando al peronista Frente de Todos en casi 10 puntos: 41,50% a 31,8%. Si en 2019 conquistó 19 de las 24 provincias argentinas, esta vez solo lo hizo en siete, perdiendo casi 20 puntos en relación a la anterior elección presidencial.

De mantenerse el resultado en noviembre, el peronismo perdería su mayoría en el Senado, el núcleo político de Cristina Kirchner, y dejaría de ser la primera minoría en Diputados. Un panorama complicado para un kirchnerismo poco afecto a negociar con sus adversarios políticos. Desde 2009, las PASO anticipan con bastante certeza el resultado de las elecciones generales. Esto probablemente vuelva a pasar, tras el aviso del voto bronca o voto cabreo, fiel reflejo de la crisis económica y del manejo de la pandemia.

El relato de la herencia económica tiene poco recorrido, dada la mala gestión de la crisis sanitaria, agravada por diversos escándalos, como la vacunación VIP (a personas próximas al kirchnerismo), los problemas en la producción y adquisición de vacunas y las imágenes del cumpleaños de la «compañera» del presidente, en pleno confinamiento.

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Los resultados pronostican frentes de tormenta para el oficialismo y desafíos para una oposición que busca llegar unida a noviembre (y a 2023), intentando que sus votantes permanezcan fieles en lugar de decantarse por otras opciones, como el voto en blanco. Con todo, los mayores problemas los tiene el oficialismo. Pensando en las parlamentarias es probable una profunda renovación ministerial, urgida por la vicepresidenta. Los más amenazados son el jefe de Gabinete Santiago Cafiero y el ministro de Economía Martín Guzmán, responsable de las negociaciones con el FMI. Pero, la tentación kirchnerista será redoblar la apuesta, con mayor gasto social y prácticas clientelares. Esto implica más emisión y, por tanto, más inflación, la peor pesadilla argentina.

Si bien el voto de castigo aumentó la cotización de las acciones argentinas en Wall Street, impulsada por la eventual derrota del kirchnerismo en 2023, las perspectivas económicas son desalentadoras. El futuro habla de un dólar y un déficit disparados, junto a más inflación, pobreza e incertidumbre. La falta de acuerdo con el FMI puede llevar al aislamiento internacional.

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Los malos resultados del peronismo/kirchnerismo no se deben solo a la mala gestión presidencial, ni al acercamiento del presidente a la vicepresidenta, sino que el gobierno no comprendió la naturaleza del apoyo recibido en 2019. Aunque Cristina Kirchner tiene un piso electoral sólido, pero insuficiente para gobernar, su propuesta de alianza funcionó porque vendía moderación y talante, más allá de la Cámpora y el kirchnerismo más duro. Esto se perdió y el peronismo entra en zona de turbulencias. Si en noviembre se repiten estos resultados, no sería descartable, de cara a 2023, una fractura del peronismo y el alejamiento de los gobernadores más justicialistas, enfrentados a un kirchnerismo anclado en el pasado y crecientemente escorado hacia el populismo bolivariano.

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