A las 19.14 del domingo, en la tarde en Santiago, una hora y cuarto después del cierre de las urnas, el candidato derrotado, José Antonio Kast, llamó al victorioso, Gabriel Boric, para felicitarlo. Kast reconocía la legitimidad del triunfo de su rival, que como ... presidente electo merecía todo su respeto, mientras le ofrecía su «colaboración constructiva». A su vez, durante los festejos por la victoria, Boric prometió ser el presidente de todos los chilenos, con continuos guiños a las fuerzas del centro izquierda, vitales para la gobernabilidad.
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Ambos gestos confirman el respeto por las formas democráticas y son una señal de que, con el compromiso de los políticos implicados, se podrían restañar las heridas sociales y disminuir los efectos de la polarización. También porque en ambas orillas el populismo ha perdido fuelle. El triunfador mantuvo algunas de sus promesas reformistas, aunque recordando la necesidad de la disciplina fiscal (no gastar lo que no se tiene) y de los equilibrios macroeconómicos.
Boric ganó porque movilizó más y mejor. Si en la primera vuelta los dos habían extremado sus propuestas, en la segunda debieron admitir que, sin girar al centro, sus posibilidades eran prácticamente nulas. Pero en ese viaje Boric fue mucho más exitoso, al garantizarse el apoyo de la antigua Concertación, comenzando por la Democracia Cristiana. Así sumó casi un millón de nuevos votantes, mayoritariamente jóvenes, pero también de las zonas metropolitanas de Santiago y Valparaíso.
Cuando el 11 de marzo de 2022 Boric asuma su puesto, no solo se convertirá en el presidente más joven de la historia chilena, sino que también afrontará desafíos inmensos, como evitar la frustración de sus seguidores. Deberá contentar a sus votantes de la primera vuelta, los más duros, que lo apoyaron encantados con su rechazo a la transición. Pero también a aquellos más centrados que lo respaldaron este domingo. A un lado está, indudablemente, pero no solo, el Partido Comunista, cuyo rol e influencia en el futuro Gobierno serán claves para medir la profundidad y velocidad de los cambios.
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El nuevo presidente tampoco puede olvidar al otro Chile, el del establecimiento, con el que también deberá contar. El Chile de los empresarios e inversores y de los compromisos internacionales. El de la casi otra mitad de chilenos (el 45%) que no lo votó, pero que espera sus señales sobre el nuevo Gobierno. Cuando se conozca el nombre de los nuevos ministros estará más claro hacia dónde querrá ir.
Boric deberá estar muy atento a las alianzas y a la negociación parlamentaria, al no disponer de mayoría en ninguna de las dos Cámaras, ni siquiera sumando a potenciales aliados del centro izquierda. Al mismo tiempo, ahí está la Convención que debe terminar de redactar la nueva Constitución a mediados del año próximo. Un texto que tiene que ser refrendado en otra consulta popular. De momento, visto el resultado electoral y las reacciones suscitadas, Chile ha dado muestras de madurez democrática.
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