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La suerte de los cuatro hermanos desaparecidos en la selva desde el 1 de mayo, cuando la avioneta en la que viajaban con su madre se estrelló en la región salvaje de Caquetá, mantiene en vilo a los colombianos. La sociedad asiste incrédula al ejercicio ... de subsistencia de estos menores, que mañana cumplen un mes desaparecidos y que muchos califican incluso de «sobrenatural» o «milagroso». El más pequeño de todos ellos, Cristin, cumplió un año el pasado viernes en plena jungla.
Las esperanzas no decaen. Ayuda, sobre todo, que los militares continúan encontrando indicios de que están vivos. Consideran que es un increíble «instinto de supervivencia» el que les mantiene indemnes en una espesura salvaje y plagada de animales peligrosos donde incluso los soldados menos experimentados padecen dificultades para avanzar. La familia pertenece a una pequeña etnia asentada en uno de los bordes de esta inmensa selva y, por lo tanto, los menores conocen bien cómo moverse y de qué alimentarse. De la aeronave destrozada se llevaron algunas pertenencias: aparte de los coleteros y un biberón hallados en los primeros compases de la búsqueda, estos últimos días han aparecido dos pañales, uno de ellos usado, y unas zapatillas de deporte de color azul.
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Su historia adquirió una gran expectación en la población colombiana después de que el propio presidente, Gustavo Petro, escribiera un mensaje en el que anunció que los niños habían sido encontrados con vida por los militares. Al no confirmarse la noticia, Petro se vio obligado a eliminar sus palabras de la red social y explicó que «el 'trino' (tuit) ni lo escribí. Es una comunicación oficial, no del presidente, que la recogen las instituciones del Estado».
El desliz le costó al jefe del Ejecutivo un aluvión de críticas. Sin embargo, hoy ya no se escuchan: han sido sustituidas por las oraciones y los llamamientos a «reuniones de reflexión» en favor de los pequeños extraviados que se multiplican en Bogotá y decenas de municipios.
El brigadier general Pedro Arnulfo Sánchez Suárez, que dirige la 'Operación Esperanza', en la que intervienen 119 comandos y más de 70 indígenas, comunicó el lunes que creía que habían pasado muy cerca de ellos, pero no llegaron a interceptarlos. «Hemos encontrado evidencias y hemos corroborado con los GPS que pasamos a casi cien metros de ellos». El brigadier comentó que la dificultad de este operativo radica en que a veinte metros ya no se ve nada, aunque sus tropas han estrechado el círculo. No obstante, el área de búsqueda total comprende treinta kilómetros cuadrados de bosques y vegetación que en algunos tramos se vuelve impenetrable. «Es como buscar una aguja en un pajar», afirma el mando.
Los hermanos han cambiado de rumbo varias veces y ahora parecen dirigirse al río San Jorge, un territorio donde no existen poblaciones. Se mueven en una extensa zona en la que habitan animales peligrosos, como serpientes y depredadores. «Nuestros hombres han recorrido 1.250 kilómetros, que es como ir de Bogotá a Quito. Pero no se cansan, no en su corazón ni en su alma», añadió Suárez, que descartó la posibilidad de que los hermanos estén en manos de algún grupo armado narcocriminal. En los primeros días de rastreo, los soldados se toparon a menos de tres kilómetros del lugar del accidente con un campamento de disidentes.
La aparición de nuevos rastros, entre ellos peladuras de fruta, la carcasa de un móvil (inoperativo en la selva) o una pisada de la talla 35, que pertenecería a la hermana mayor, Lesly, de 13 años, hacen descartar un posible fallecimiento. «Si estuviesen muertos, hubiese sido más fácil encontrarlos porque estarían estáticos y los perros los hubieran detectado por los olores», dijo el mando.
Las probabilidades de que les acompañe una persona mayor apenas es contemplada por las fuerzas especiales, ya que hasta el momento la huella más grande que han encontrado es la de la niña. En la avioneta accidentada el pasado 1 de mayo viajaban siete personas. El piloto Hernán Murcia, el líder indígena Hernán Mendoza, y Magdalena Mucutuy con sus cuatro hijos: Lesly (13 años), Soleiny (9), Tien (4) y Cristin (1 año). Las autoridades están convencidas de que estos últimos salieron «milagrosamente» ilesos de la colisión.
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