Túnez fue el único país donde la Primavera Árabe de 2011 alcanzó un éxito completo. Los tunecinos eran la sociedad más modernizada del mundo árabe. La hostilidad contra el Estado policial y las corruptelas del dictador Ben Ali y su esposa, Leila Travelsi, era casi ... unánime en todos los estratos sociales. Las fuerzas armadas se mantuvieron al margen -detalle absolutamente esencial en cualquier revolución- de manera que la lucha revolucionaria fue rápida y poco sangrienta.

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Sobre todo, la cleptocracia reinante bajo Ben Ali no había sido lo bastante dañina como para arruinar al país, de manera que, una vez derribado el dictador, existía una base material suficiente para impedir una caída vertiginosa en la pobreza. Aunque suene cínico decirlo, cuando los estómagos están llenos es mucho más fácil instaurar una democracia estable y mantener bajo control a los ambiciosos, los intrigantes y los extremistas.

Suele considerarse alarmante que varios miles de yihadistas tunecinos emigrasen para luchar con el Estado Islámico u otras facciones islamistas en diversos países. Sin embargo, eso demuestra que incluso en una situación de crisis, el yihadismo encuentra escasa audiencia entre los tunecinos. Los que no emigraron realizaron atentados extremadamente sangrientos y dieron problemas en las montañas fronterizas con Argelia durante algún tiempo, pero fueron derrotados.

Por desgracia, la situación se ha ido degradando con los años. El principal partido, Ennahda, solo tiene 57 diputados sobre 217. La coalición rival laica, Nida Tunis, era un ensamblaje oportunista que reventó y cada uno de sus líderes ha formado su propio partidillo. Esto impide articular cualquier estrategia de gestión económica. Se vive al día mientras la situación se va deteriorando. De remate, la pandemia de Covid-19 dejó KO al sector turístico. La población viene protestando con intensidad creciente desde enero de este año. Los gobiernos -tres gabinetes ministeriales diferentes en los últimos doce meses- no han sabido afrontar la situación y el porcentaje de muertos es el más alto de toda África, mientras que la vacunación no llega al 6%.

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El ambicioso presidente electo Kais Saied ha aprovechado esta oportunidad para presentarse como el campeón de las masas, destituyendo al Gobierno y cerrando el Parlamento. La Constitución no le permite hacerlo, pero el Tribunal Constitucional nada va a objetar porque sus miembros no han sido designados por falta de quorum. Hay un vacío institucional que favorece el aventurerismo oportunista. El presidente Saied ya se se ha mostrado a favor de redactar otra Constitución que le otorgue todo el poder. Sin embargo, Saied es un 'outsider' sin partido ni aliados. No representa a nada ni a nadie salvo a sí mismo. La población le aclama de momento porque estaban hartos de la situación, pero si no se convocan nuevas elecciones en breve plazo, no tendrá apoyos para aferrarse al cargo contra la marea del descontento general, no digamos ya para seguir los pasos de Erdogan y usurpar el poder mediante un autogolpe de Estado como parece ser su intención.

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