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La intervención llevada a cabo por la familia Muga para la rehabilitación integral del Palacio de Salazar, ajustándose a los criterios y exigencias que se ‘autoimpuso’ en el año 2000 al solicitar del Gobierno regional su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) en la ... categoría de monumento, aporta un poco más de luz sobre los orígenes del Casco Histórico de la ciudad, reafirmando de esa manera su condición de asentamiento romano, a la vista de los restos que han ido apareciendo en el subsuelo del imponente edificio, datado entre los siglos XVII y XVIII.
Y hasta advirtiendo la presencia de elementos que se corresponden con la Edad de Hierro.
En realidad, ésta constituye una de las informaciones históricas a la que menos importancia se ha otorgado en la ciudad y que más ha sido solapada a lo largo del pasado siglo, sin que se sepa a ciencia cierta el por qué de ese empeño en no airear los descubrimientos que se fueron haciendo antes de llegar a la década de los ochenta en la que se hizo alguna mención poco difundida, en todo caso.
Las alusiones a la presencia de este material arqueológico en el entorno de La Atalaya fueron recogidas, en concreto, en dos artículos de Carmelo Fernández Ibáñez.
En 1979, viene a recordar el informe elaborado por José Manuel Martínez Torrecilla para la saga bodeguera que se enfrascó en la recuperación del edificio tras su compra, describía y dibujaba materiales cerámicos de la Primera Edad de Hierro encontrados en el Cerro de La Mota, de La Atalaya o del Castillo, citando al mismo tiempo la existencia de una moneda de un denario del Segundo Triunvirato (43-38 antes de Cristo). Y seguidamente al hallazgo de dos denarios, uno en La Costanilla que se supuso encontrado por un empleado de la Brigada de Obras cuando se realizaron obras de urbanización en la zona, y otro en La Atalaya donde situaba restos de muralla que creía romanos pero se intuían, en realidad, medievales.
Años después firma un segundo artículo en el que alude a un as de oro de Octavio Augusto y a otro con la leyenda ‘Bilb-Itálica’ que aparecieron, sostenía Fernández Ibáñez, en el mismo paraje del Castillo y que no llegó a ver. Porque el resto de los elementos numismáticos que se referenciaban en su escrito procedían de otro cerro, el de Santa Lucía, donde se advirtió la presencia de cerámica romana, como en la colina del Alto de Santo Domingo.
No es la primera vez que se encuentran restos de esta naturaleza y hasta de otras épocas con enorme valor histórico. En 2004, y en el entorno del propio Palacio de Salazar, aunque en el frente de fachada de la Calle Siervas de Jesús, Luis Gil Zubillaga ya certificaba la presencia de un muro de metro y medio de ancho y fabricado con bloques de arenisca desbastados, que se vincularon con la base de la muralla medieval que potegía la villa y fue destruida entre los siglos XVII y XVIII.
Y en el relleno de piedras que se utilizaron en el patio de ese tramo se encontraron «materiales de cronología muy variada», desde el periodo romano hasta mediados del siglo XX, por lo que se consideró, al parecer, un aporte procedente de otro lugar.
Pero también las actuaciones llevadas a cabo por el Consistorio jarrero dentro de ese entorno han dejado al descubierto datos de notable interés.
Descubrimientos de interés
Durante la urbanización de la hoy denominada Plaza Garrás, la empresa Arquerioja localizó un fragmento de ‘terra sigillata’ dentro de un estrato con materiales de época romana, tal y como le sucedió cuando realizaba el seguimiento arqueológico en la Plaza de la Iglesia, junto a la actual Casa del Santo, «donde identificaron materiales de época romana en estratos del sigo XVI».
Y al acometer la ampliaciones de las instalaciones de la Casa Consistorial hacia la manzana de Sánchez del Río se localizaron, «dentro de una estructura de lajas verticales de arenisca, dos ‘tégulas’ (teja) y un fragmento de ‘terra sigillata’ junto con materiales cerámicos medievales y modernos, con algunos fragmentos a torno lento y una vidriada en verde», viene a enumerar en su Control Arqueológico de las Obras de Restauración Parcial de la Casa Palacio de los Salazar, proyecto que redactó Óscar Reinares, el arqueólogo Martínez Torrecilla.
El hallazgo realizado en la otra fachada del edificio, la que se sitúa en la villa intramuros y da a la Calle de la Paz, ofrece elementos de análisis especialmente llamativos y de enorme relevancia, aún habiéndose realizado en una zanja de apenas 60 centímetros de ancho y hasta 160 de profundidad, situada en paralelo al frente de la fachada.
Los especialistas se toparon allí con arcillas amarillentas, ligeramente arenosas, con instrusiones de piedras y algunas cerámicas, «en general modernas pero también con algún fragmento de ‘terra sigillata’ hispánica».
Fue a 115 centímetros del nivel de la calle donde constataron, en realidad, que terminaba la zanja de cimentación del palacio y se identificaba un relleno de gravas con restos de cerámica muy machacada sobre los que descansaba el relleno arcilloso con restos constructivos y «gravas gruesas que parecen formar un encachado no muy regular».
Ahí es donde se comprobó que todos los restos eran «exclusivamente romanos, con ‘terra sigillata’ hispánica que podríamos situar entre fines del siglo I y el siglo III después de Cristo», así como algún fragmento de paredes finas, cerámicas engobadas, comunes, de almacén y pesas de telar en terracota, así como una aguja de bronce. «También algunos huesos de animal».
Debajo de este encachado aparecían otro otros materiales, «mayoritariamente cerámica común de tradición celtibérica y dos fragmentos de ‘terra sigillata’ itálica y cinco pequeños fragmentos de ‘terra sigillata’ hispánica», junto a dos fragmentos de pesas de telar y huesos, además de «tres fragmentos de cerámica a mano, ya en contacto con el estrato inferior» que no fue excavado por advertir que su aspecto parecía ser ya natural aunque se observasen piezas de cerámica a mano en su superficie.
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