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El Gordo del Niño, que se vendió íntegramente en la administración de lotería de Muro del Carmen, en Logroño, deja un buen puñado de euros en Haro, a donde llegó de la mano de Adela Barriocanal. Durante años al frente de El Cesto, uno de ... esos bares de casta que atendía en la Calle Lope de Vega, junto al antiguo hospital de Siervas de Jesús, se abonó al número 41.665 que ha venido compartiendo desde entonces con un grupo de nueve amigos, incluso al hacerse cargo del bar del Cámping de Haro hace apenas tres temporadas.
Pues bien. La constancia se ha convertido en su mejor aliada, porque por la localidad jarrera, también puntualmente por Anguciana y hasta Bilbao, rulaban desde hace días «unos trece o catorce décimos» de lo que acabó convirtiéndose ayer en el primer premio del sorteo extraordinario, que vienen a suponer algo más de 2,5 de los 100 millones de euros que la divina fortuna, siempre tan esquiva, dejó en La Rioja.
No está nada mal. Sobre todo, destacaba Adela desbordada de alegría, también por montañas de mensajes y llamadas de felicitación y agradecimiento, porque «ha tocado a gente de Haro, a la que le va a venir muy bien este pellizco. ¿Alegrón?», se preguntaba a sí misma al cuestionarle el periodista cuál era el estado de ánimo que generaba tener noticia de lo que estaba pasando a través de otra de sus amigas y también afortunada en este día de Reyes. «No es un alegrón. ¡Es un superalegrón!».
Lo decía, curioso, desde Benidorm, escala de unos días hacia Punta Cana, donde iba a disfrutar de unas merecidas vacaciones con su esposo, Moisés Álava. Venía de disfrutar de un viaje en submarino a la misma hora a la que estaba programado el sorteo, y después de advertir a su cónyuge que este año, por primera vez, no oirían la cantinela de los niños de San Ildefonso. «Van a cantar nuestro número cuando estemos en el submarino», sumergidos en el Mediterráneo, vaticinó Moisés.Lo clavó.
«Ya era hora de que nos llegase algo bueno por fin», saludaba después de haber dado por buenos, hace apenas dos semanas, los 100 euros al décimo con los que premió a ese mismo número el sorteo extraordinario de Navidad, sin intuir ni calibrar que esa propina no era sino el avance del mismísimo Gordo, después de haberlo recibido de Emilio, empleado de la administración lotera de la capital.
No es de extrañar, por su currículum, que entre aquellos a quienes ha repartido suerte haya gente vinculada con el sector en el que lleva media vida, el hostelero. Le acompañan en ese viaje virtual gentes vinculadas a él como el propietario de Cámping de Haro, Carlos Contreras, o Gonzalo García, que regenta con su socio Jesús Delgado el Café Terraza Quiosco, en pleno Panteón de los Liberales, y compartía premio con su amigo Rafa.
«¡La que hemos preparado!», repetía una y otra vez y hasta la saciedad al enterarse de tan sorprendente y buena noticia. A él le llegó el aviso fuera del local, en pleno día de fiesta, y no acababa de creérselo hasta que llegó nervioso al lugar de brega y le confirmaron que era cierto. Entonces declaró el inicio de una especialísima 'hora feliz' (happy hour) y convidó a todo el personal a cava para celebrarlo como merecía.
Él mismo se encargó de abrir dos botellas para los presentes. «¡Y allí los he dejado!», apuntaba más sereno por la Plaza de la Paz, donde quedó con su familia para rematar la faena. Aunque habrá novena, sin duda. «Lo primero que voy a hacer es coger unas buenas vacaciones y disfrutar», después de veintidós meses de presión por la dichosa pandemia, «una durísima etapa» para quienes trabajan en el oficio y ya han sufrido crisis económicas de amplio espectro y diferente envergadura a lo largo de las cuatro últimas décadas. «Por suerte, siempre, con mucho trabajo, hemos sacado el negocio adelante», sostenía liberado, al menos por un día. «Esto sirve para no pensar y no sufrir», remataba en última instancia.
Como él, parecía sostener la misma idea Adela con Moisés, a cientos de kilómetros de la localidad jarrera, fuera de sí, como en una nube. Porque, más allá de la satisfacción que se advertía entre todos ellos, con interminable cruce de llamadas, la encargada de repartir tanta felicidad se mostraba convencida de quién era, en realidad, la responsable de su personalísimo «supealegrón».
No tenía la más mínima duda de que lo había obrado desde los cielos su hermana Mari Carmen, fallecida en octubre de 2020, a los 51 años de edad, y a la que no olvida. «Nos lo ha enviado ella, seguro».
Lo decía emocionada y pendiente de lo que está por llegar ahora. Porque habrá cambio de planes. «Nos íbamos a Punta Cana pero dice mi marido que ya no». Está todo por ver.
Casi todo el botín se quedó, no obstante, en Logroño, que rezumaba alegría por todos los rincones. En ningún otro como en la Administración de Lotería Número 6, asentada en la Calle del Muro del Carmen, que repartió íntegramente el número 41.665 «entre clientes de toda la vida», remarcaba ufano, orgulloso y felicísimo su titular, Ángel Alda, envuelto por un halo de «mucha alegría, mucha ilusión. Increíble», detallaba a la agencia Europa Press. «Me encontraba en estado de sock», apuntaba a continuación, reconociendo que «al principio no me lo creía», viendo que iban saliendo las bolas de los bombos del sorteo y que todas ellas iban componiendo un número abonado suyo «de toda la vida, que lo lleva gente» a la que decía conocer «de siempre».
La historia se repite, por todo ello. Como en el caso de Adela Barriocanal, Juan Jiménez fue el primero en acercarse a la administración logroñesa, nada más saber lo sucedido, enseñando su décimo con una enorme alegría. También él llevaba como «mínimo» veinte años comprándolo y, según dijo al acercarse los medios, pagará la hipoteca con él.
Tiene 45 años de edad, no cobra nada desde hace cuatro y en estos momentos tiene a su cuidado a su madre, que sufre Alzheimer, y a un hermano que también es dependiente.
Mientras hablaba con los periodistas, el responsable de la Administración se encargaba de advertirle: «Guarda bien el número». A Juan, absorto aún, le costaba atender porque seguía si poder creer que fuese cierto lo cierto y estaba «como en una nube», venía a describir.
En su caso son 200.000 euros los que recibirá y no los tendrá que repartir con nadie. «Es la primera vez que me toca; nunca me ha tocado nada». Siempre hay una primera vez.
En el caso de Haro, hay quienes llevan dos boletos. Algunos lo comparten con familiares o amigos. Está bien repartido.
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