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Que a lo largo del último año se moviesen por la faz de la tierra 1.322 millones de personas, saltando de uno a otro país en busca de una nueva perspectiva del mundo habitado; y que el impulso experimentado por ese registro, superior al ... de 2016 en un 7%, haya repercutido de forma sustancial en el tránsito por las fronteras españolas que vieron el paso de 82 millones, nueve puntos por encima del ejercicio anterior, ayuda a entender la enorme magnitud de la maquinaria turística internacional. Especialmente cuando se habla del mercado nacional que vuelve a ocupar, años después, la segunda plaza en el ránking de las naciones más visitadas del planeta.
Se acerca a las cifras en las que se mueve Francia, que recibió a 84,7 millones de turistas extranjeros y se mantiene en lo más alto, y supera de nuevo a Estados Unidos, otro de los grandes. Aunque el apunte más llamativo de esta radiografía de situación es el que revela el nivel de rentabilidad alcanzado por los países con mejor proyección en el sector. Nuestros vecinos ingresaron alrededor de 42.00 millones de euros; en España, los turistas se dejaron 87.000 millones, más de 1.000 euros por cabeza. En un solo ejercicio, su aportación al Producto Interior Bruto ha crecido en un 12,4%.
En ese contexto de franco desarrollo, a pesar de percibirse latente la sensación de crisis, es donde aparece Fitur, la feria que muestra todo el potencial del turismo español y abre las puertas a sus competidores para relanzar la actividad económica que genera, no sólo como punto de destino al haberse consolidado como receptor, sino de partida, sabiéndose además un gran emisor.
La Rioja y Haro acuden a la cita de Ifema, que este año parece reenfocar sus objetivos hacia el ámbito de la tecnología, con objetivos diametralmente diferentes pero decididos a elevar su cuota de participación en este impresionante mercado que parece ofrecer mayor margen de crecimiento, incluso.
La Organización Mundial de Turismo lo deja claro. España, ha llegado a sugerir su presidente, Zurab Pololikashvili, debería aspirar a elevar su flujo turístico por encima de los 100 millones de humanos, el mismo reto que se han planteado ya al otro lado de los Pirineos.
Y La Rioja confía en esa progresión porque, tal y como revela la política diseñada por la Dirección General de Turismo, sigue priorizando la apuesta por el flujo extranjero al saberse un espacio de corta estancia, cierto, pero de enorme valor estratégico para la consolidación de otros con canales al exterior que se sitúan en su entorno, con los que enlaza a través de grandes vías de comunicación y a los que complementa con una oferta sugerente y enormemente atractiva.
Se tiene constancia del impacto que tiene en otras regiones del país, gracias a un paquete de producto turístico que refuerzan el tirón de sus vinos, la riqueza de su patrimonio cultural y el peso de la Ruta Jacobea en una tierra que se define a sí misma como cruce de caminos, «punto de encuentro», alerta en la puerta de entrada a su pabellón en Ifema.
Siendo espacialmente reducida, trata de explotar esa condición que permite disfrutar, en un marco totalmente accesible, de la sorprendente diversidad de sus propuestas, en la mayor parte de los casos canalizadas a través del ‘gancho’ del vino. Porque el más mínimo incremento en las estadísticas de las comunidades vecinas supondría, en su caso, una importante inyección a un sector que copa más del 10% del PIB y alimenta a miles de empleos.
Se confía, pues, en el ‘efecto dominó’ que ha comenzado a tomar cuerpo gracias a la beneficiosa repercusión de los ‘ferrys’ entre Inglaterra y España a través de Bilbao, por poner un ejemplo. Y Haro se sabe la siguiente ficha de esa cadena, tanto por la influencia del crecimiento advertido en el turismo vasco como en el riojano que en el último año ha superado la barrera de las 800.000 visitas, elevando de esa manera a 1,57 millones las pernoctaciones declaradas en su establecimientos hosteleros, de moda entre los turistas españoles.
El Ejecutivo regional lanza, no obstante, el anzuelo mucho más lejos, y se acerca a nichos de ingente potencial como el chino, que empieza a engrosar sus registros gracias a la firma de acuerdos de colaboración esenciales con plataformas y ‘touroperadores’ del Gigante Asiático. La ciudad jarrera, por su parte, sigue reafirmándose como un destino interior revalorizado gracias a la llegada de súbditos británicos a la capital vizcaína, con el resto de Euskadi uno de sus grandes e históricos clientes.
Lo hace tras presentar en sociedad los datos que resumen el último curso y confirmar que por su oficina pasaron, durante esos doce meses, algo más de 34.700 personas que mejoran en catorce puntos los 29.700 recibidos en 2016.
Favorecido por factores externos y la ingente labor de las bodegas, su capital más valioso, a la vista de la degenación que empieza a experimentar su patrimonio histórico, los meses con mejor comportamiento fueron agosto (6.441), octubre (5.371), septiembre (4.504) y abril (4.044). Y los más menos favorables enero (675) y febrero (854).
Se demuestra que la mayoría de los turistas llegan de País Vasco, Madrid y Cataluña, copando el 15, 14 y 10% del total. Aunque empieza a resultar llamativa la presencia, cada día más numerosa, de súbditos extranjeros con pasaporte de Reino Unido, Francia y Alemania. En todos lo casos con edades que van de los 46 a los 65 años, segmento que copa el 55% de sus registros.
Tal vez por ello se siga echando de menos una acción más decidida en el sector, donde se siguen produciendo retrasos difícilmente justificables como la puesta en marcha del servicio de alquiler de bicicletas que se situaba dentro de esa política y, por encima de todo, el Plan de Dinamización Turística que, adjudicado en septiembre, empieza a tomar cuerpo cuatro meses después.
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