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Sello oficial a la añada 2017 en las tierras de la Denominación de Origen Calificada Rioja y, con ello, a la 'vendimia del hielo' que castigó con enorme virulencia a los viñedos de la comarca de Haro, arrasados en muchos casos y mermados, en todos, ... en su cuota de producción media después de acuchillar con su guadaña los incipientes brotes que comenzaban a asomarse al sol de finales de abril para tender sobre la campiña jarrera su tela de sarmientos.
Y con él público reconocimiento, sostiene el Consejo Regulador al hacer público su dictamen, al enorme esfuerzo que realizaron los profesionales del campo para tratar de suturar la herida y conseguir que cicatrizase con garantías de supervivencia. Fundamentalmente en los pagos de la Rioja Alta donde fue necesario aplicar microcirugía sobre los brazos de la vid para extraer el máximo y mejor fruto posible, estableciendo un plan de recuperación para el futuro más inmediato que se ha visto beneficiado por las favorables condiciones climáticas que acompañan, de momento, a este nuevo curso vegetativo.
No hay sorpresa. Tal y como adelantaba este medio días atrás, el órgano rector de la Denominación riojana ha acabado otorgando la valoración de 'muy buena' a esta última cosecha.
Y lo hace además confirmando que, «tras un adecuado progreso a lo largo del final de un complicado ciclo vegetativo marcado por la dura helada de abril y la sequía» que le siguió meses después, el conjunto de los viñedos de la región ofrecieron «unos resultados muy satisfactorios en calidad».
En total son 249,57 millones de litros elaborados con uvas del 2017 los que obtienen, en última instancia, la certificación «como vinos amparados por la Denominación deOrigen Calificada Rioja». Todo un privilegio. Y en ese cupo aparecen 21,60 de blanco, 12,07 de rosado y, sobre todo, 215,90 de tinto.
Con un matiz al que los técnicos otorgan especial importancia. «Cabe destacar una interesante diversidad en los vinos» que vendría «marcada, en gran parte, por las ajustadas producciones y por un resultado con un alto potencial para el envejecimiento. Encontramos vinos finos y elegantes con un complejo y marcado carácter riojano», venía a destacar Pablo Franco, director del órgano de control del Consejo Regulador, al anunciar la calificación de la nueva añada y resumir todo un año de preocupación, alarma, trabajo intenso y satisfacción, por partes.
Todos constatan que haber llegado a ese nivel de calidad, sólo un escalón por debajo de la excelencia a la que se aspira año tras año y otro por encima de una catalogación, la de 'buena', que llegó a aventurarse durante el periodo más seco de la temporada, no deja de ser sino «el resultado del riguroso procedimiento de calificación mediante análisis y cata al que han sido sometidas las 4.020 muestras tomadas directamente de los depósitos por los técnicos del Consejo». Eso en clave de examen científico.
Desde la perspectiva humana, tan arraigada y necesaria en este sector que crece con la mano del hombre, la evidencia de la sorprendente cualificación alcanzada por los productores que, en un año natural tan adverso, han conseguido recondudir las complejas situaciones que se fueron encadenando, una tras otra.
Hasta tal punto que, «entre las puntuaciones de la calificación de los vinos de esta cosecha, se han recibido las más altas de los últimos años, con valoraciones extraordinarias», aseguraba reconfortado Pablo Franco.
Conclusiones del Consejo
Entre las conclusiones recogidas en el informe final del director del Consejo, dos exposiciones en concreto que definen el procedimiento seguido para llegar a ese punto de valoración, con garantías que apuntalen la credibilidad de la región vitivinícola en todos los mercados.
«La calificación de la añada en la Denominación se obtiene tras una exhaustiva cata de la totalidad de los vinos elaborados que van a salir al mercado, con objetivo de certificar la calidad de los mismos. Los requerimientos para superar el examen de calificación se han elevado en los últimos años, incorporándose parámetros más exigentes, con la meta de que Rioja siga manteniéndose como referente clave de los vinos de calidad».
Hay más. De acuerdo con las consideraciones realizadas por el Servicio Habilitado de Veedores del Consejo Regulador, responsable de la realización de «un completo estudio de todas las etapas del ciclo», si por algo ha destacado el ciclo vegetativo de esta campaña es «por la excelente sanidad del viñedo, a nivel general, en la última fase del ciclo».
A fin de cuentas, la vendimia pasada resultó ser «la cosecha más temprana de la historia de Rioja, escasa y de gran calidad, caracterizada por la buena climatología que la acompañó al final del ciclo y por una mejora de las expectativas productivas que había inicialmente tras un año marcado por la helada y la sequía».
«La correcta evolución vegetativa del viñedo y la ausencia de plagas o enfermedades de importancia permitió que el estado sanitario de la uva fuera extraordinario hasta el final de la vendimia», señalaba ante los medios de comunicación Pablo Franco. «La intensificación de los controles productivos por parte del Consejo Regulador con el objetivo de optimizar la calidad ha sido otra de las particularidades de la campaña».
Una comparativa de los datos que resumen el balance de los últimos años demuestra, por lo demás, que la del 2017 ha sido una añada escasa en producción, y más escasa aún en la Rioja Alta que en la Rioja Baja, donde se permitió una ampliación del índice de amparo, duramente cuestionado en la comarca riojalteña y causa de las fisuras sufridas en el seno del sindicato ASAJA.
Se recibieron en las tolvas 349,4 millones de kilos de uva, para producir 250,1 millones de litros de vino con sello de la DOC Rioja. Pero esas cifras se alejan, y mucho, de las de 2016, cosecha en la que se produjeron 462,4 kilos de uva y se ampararon 317,8 millones de litros. Con una brecha en el índice de rendimientos. El año pasado se lograron 5.443 kilos por hectárea. Un año antes, 7.385.
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