El rey Carlos III ha regresado a la mansión de Sandringham, en el condado de Norfolk, tras recibir el primer tratamiento contra el cáncer, anunciado el lunes por sus portavoces. El monarca mantuvo una breve reunión con su hijo Enrique, que voló desde Los Ángeles ... a Londres para estar con él, y partió hacia la residencia real en el este de Inglaterra, donde la familia disfruta de la tranquilidad del paraje.
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La reina Isabel II dio una villa en la hacienda real de Sandringham a Guillermo y Catalina como regalo de boda. Felipe de Edimburgo, marido de Isabel II, se retiró a Sandringham cuando abandonó los deberes públicos. Jorge VI, abuelo de Carlos, y su bisabuelo, Jorge VI, se refugiaron en Sandringham antes de morir. Allí se reúne la familia en Navidad.
Lo ocurrido en las últimas horas no augura que el rey británico vaya a morir pronto. La nota oficial del anuncio de un cáncer que se había tratado horas antes, tras ser detectado en el hospital donde fue intervenido por un agrandamiento benigno de la próstata, subrayaba que «el rey está agradecido a su equipo médico por su rápida intervención, que fue posible gracias a su reciente procedimiento hospitalario».
El monarca se siente «absolutamente positivo», decía ese comunicado oficial del lunes. El primer ministro, Rishi Sunak, declaró en la mañana del martes que, «afortunadamente, (el cáncer) se ha descubierto pronto.» Luego no pudo explicar a qué se refería y se negó a añadir más información, al igual que los portavoces de la Casa Real.
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Los reyes ya conocían el diagnóstico el domingo y acudieron a la iglesia local sonrientes y en conversación relajada con el sacerdote oficiante. Este martes, sonreían también en el interior del vehículo que les llevaba desde su residencia habitual en Londres, Clarence House, al vecino Palacio de Buckingham, desde donde partieron en helicóptero hacia Sandringham.
La residencia con parque parece un lugar idóneo para reponerse de los efectos del «plan de tratamientos» a los que el rey será sometido. Y podrá participar por conexión virtual en las reuniones de Estado, con el primer ministro, con los miembros del Consejo Privado y otros entes. Los médicos le han aconsejado que no mantenga encuentros próximos con otras personas más que los allegados.
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Se retrata sin embargo a Carlos como frustrado. Su afán de mejorar aspectos variados del mundo le lleva a viajar y a escribir, a tratar con mucha gente, a patrocinar organismos, organizar eventos y encuentros. Tras la cena frugal se encierra en su despacho para leer los documentos del maletín rojo que le envía diariamente el Gobierno y escribir sus anotaciones. Es un prolífica escritor de cartas.
La enfermedad no le permitirá quizás acudir a los eventos del día de la Commonwealth en marzo, ni viajar a Canadá, y a Samoa y Australia, como había planeado. No se saben los detalles de la enfermedad y no se saben por tanto los posibles efectos de los tratamientos, o el tiempo que habrá de pasar para su completa recuperación.
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Un rey que esperó tantas décadas para ser coronado recibe sin cumplirse un año y medio de su reinado la noticia de un cáncer que frustará al menos temporalmente su deseo de marcar una nueva impronta en la monarquía y en los países que representa. Su hijo Guillermo tendrá que cumplir tareas antes adjudicadas al rey, como hizo su padre cuando «problemas de movilidad» limitaron a Isabel II.
Según 'The Sun', Carlos III iba cada domingo al castillo de Windsor en el atardecer para hablar con su hijo mayor y heredero del trono. Han sido solo unos cuantos meses, por el movimiento de casas de los príncipes de Gales, pero esas conversaciones habrán permitido probablemente a Guillermo familiarizarse con las ideas que tiene su padre sobre su rol.
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En Windsor, Guillermo presidirá este miércoles una ceremonia de investiduras, entregando medallas a personas condecoradas. Más tarde, el príncipe de Gales acudirá a una gala de recaudación de fondos para el servicio de Ambulancia Aérea de Londres. Un oficio que él ejerció y una organización de la que es patrón. Compaginar esa actividad con respaldar a su mujer convaleciente será difícil.
Si la política británica ha sufrido numerosas tormentas en los últimos años, las de la corona son notables. El fallecimiento de una reina tan popular y longeva. La coronación de Carlos y Camila. La extraña coincidencia de las operaciones quirúrgicas a Carlos y Catalina. El cáncer también de Sarah Ferguson, pareja del hermano del rey, el desacreditado Andrés.
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Es posible que su hija Beatriz se sume a la representación de la monarquía. Siguen acudiendo a investiduras y eventos la princesa real, Ana, el duque de Edimburgo, Eduardo, y su mujer, Sofía. La huida de Meghan y Enrique a Estados Unidos y la animosidad entre los dos hijos de Diana y Carlos agrava las debilidades simbólicas de la institución.
La última vez que Enrique fue a Londres tuvo que dormir en un hotel. Esta vez cogió un vuelo de once horas para reunirse brevemente con su padre en Clarence House. Con el nombre de 'insider', una persona con información privilegiada decía a 'The Sun', que quizás lo ha inventado, que Guillermo «no tiene planes» para ver a su hermano. Infelicidad y cáncer no son mensajes de una monarquía popular.
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