Soy fan de 'The Crown' y estoy deleitándome en su quinta temporada. Tengo amigos que sostienen que es más floja que las anteriores. Concedo que no todos los capítulos mantienen la misma tensión dramática, pero a mí hasta ahora no me ha aburrido ninguno. Los ... veo y escucho bebiéndome cada palabra de su 'received pronunciation', ese estirado 'inglés de la reina' que a menudo me obliga a ojear los subtítulos. De vez en cuando hasta me permito rebobinar para volver a recrearme en lo que dicen y, sobre todo, en cómo lo dicen.

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También disfruto con las sólidas y esmeradas interpretaciones de sus actores y actrices. Para mí están todos que se salen. Tan reales (en ambas acepciones del término) que me los creo más que a los auténticos Windsor. Por eso entiendo que a Netflix le hayan obligado a advertir que la serie, por más que esté inspirada en hechos reales, es ante todo ficción.

Anoche, mientras contemplaba a la 'reina' Imelda Staunton enfrentarse con puño de hierro y guante de seda a la joven Penny Brabourne (o más bien a quien la interpreta) no pude evitar preguntarme cómo sería en realidad ese encuentro y si realmente Isabel II le dio una paliza ética y dialéctica (toda una lección de dignidad) a la joven y rubia amiga íntima de su marido.

En contraste, Corinna Larsen cuenta que su encuentro con la reina Sofía fue hostil y desagradable. Que la monarca irrumpió en la habitación con cara de furia y que señalándola le vino a decir: «Sé quién eres». Es una reacción humana y creíble, pero ¿ocurrió así de verdad o es lo que la narradora, juez y parte, pretende hacernos creer? Urge que, como a 'The Crown', a ese 'podcast' de Corinna le obliguen a precisar que es ficción, por más que esté inspirado en hechos o, más bien, desechos reales.

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