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En una entrevista telefónica a Isabel Preysler, mientras esperaba a que ella me atendiera, escuché cómo le ordenaba a un subalterno: «Fulanito, tráigame por favor una manzana y agua de Jamaica». Era la hora de comer y me llamó la atención que algo tan frugal ... pudiera constituir su almuerzo, pero me sorprendió aún más que se refiriera al té de hibisco a la manera mexicana. Así que le pregunté si era aficionada a esa bebida... «Sí, me encanta. La conocí en México. ¿Tú también la tomas?». «Sí -le dije-. Yo también la he conocido en México». «Bueno, imagino que la tomas porque... Ya sabes... Tiene efectos diuréticos...», insinuó. «Ah, no -respondí sin pensar-, yo la bebo porque te la ponen con la comida corrida». Y ahí frené para no añadir: en una cantina cozumeleña donde el menú del día viene a salir por cinco euros.
Hechas las presentaciones, procedí a la entrevista procurando no perder la conexión entre su planeta y el mío. Hoy no es agua de Jamaica, sino té kombucha lo que promociona Tamara Falcó, digna hija de Isabel, que tampoco da puntada sin hilo. Por supuesto la marquesa de Griñón no la bebe porque la incluya el menú del día sino porque supuestamente tiene efectos diuréticos y favorece la microbiota.
No sé si la flora e incluso la fauna intestinal mejoran, pero la OCU ha rebajado mucho sus milagrosas propiedades, y yo personalmente desconfío de los consejos de cualquiera que ahora mismo lleve raya en medio. Más aún, si en ese club está Gwyneth Paltrow, promotora del enema de café, los huevos mágicos o el repelente psíquico de vampiros.
Para algunas la kombucha no deja de ser una moda, una tendencia más, un 'must', igual que lo es la omnipresente raya en medio.
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