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Todavía no se ha emitido la anunciadísima entrevista de Oprah Winfrey a Meghan Markle (con marido al fondo) y ya me temo lo peor... Los dos pequeños aperitivos que se han servido estos días para cebar a la audiencia dejan patente que los Sussex siguen ... instalados en el victimismo. Un victimismo digno y sereno, de cabeza muy alta. Como cuando María Barranco en 'Mujeres al borde...' decía: «Ya ves cómo me ha tratado a mí el mundo árabe», pero aplicado a la corona británica. Muy juntos, muy serios, casi melancólicos, y con las manos entrelazadas, Enrique de Inglaterra y su mujer parecen dos supervivientes de un naufragio relatando su trágica peripecia ante las cámaras.
«Ha sido increíblemente difícil para los dos pero al menos nos tenemos el uno al otro», dice él... Harry no se refiere a la pérdida de un ser querido sino a su decisión conjunta de no volver a ser «miembros trabajadores» de la familia real británica. Lo cual, entiendo, no les impide ejercer como «miembros ociosos». Desde fuera, un chollo: seguir viviendo de la fama sin tener que cardar la lana. Desde dentro, por lo visto, una desgracia. Se ve que hay que haber nacido 'royal' para entender estas cosas. Realeza, rareza... Por ejemplo, a quienes hacemos cola esperando la vacuna lo de las infantas Elena y Cristina en Abu Dabi nos parece un privilegio. Pero ellas lo viven como un engorro. Elena lo llega a denominar: «La vacunación de que he sido objeto». Vamos, casi un atropello. No seré yo quien las critique. Porque si pasas por Abu Dabi y te lo ponen a tiro... A ver quién es el guapo que se resiste. Lo que realmente me sorprende (y divierte) es que hayan reaccionado como el típico yonqui suburbial cuando le pilla la pasma, alegando que ellas no fueron a buscar la dosis, que se la ofrecieron.
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