Urgente Retenciones en el Txorierri por la avería de un camión

Estoy siguiendo con auténtica devoción la serie 'Planeta verde'. Y no es pose ni 'fungairiñada'. Realmente me encantan los documentales de la BBC. Instruyen a la par que relajan. Sobre todo si versan sobre la naturaleza, no precisamente humana. Los de 'Planeta verde' se refieren ... en concreto a las plantas. A su vida secreta, a sus estrategias, a su fortaleza y a sus vicios. Filmadas como nunca antes las había visto, las plantas aparecen ante mis atónitos ojos como unos seres dinámicos. Qué digo dinámicos, casi espídicos: no paran. Ahí realmente ves crecer la hierba y retorcerse a la enredadera hasta convertirse en muelle. Asistes a la promiscuidad de un cactus o a la agresividad invasora de un arbusto. Observas a la carnívora esperando a su presa con astucia de felino y al diente de león cabalgando sobre el viento decidido a conquistar el mundo. Por no hablar de las aviesas tácticas de seducción de esas florecillas silvestres que no tienen nada de inocentes...

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Después de semejante revelación ya no volverás a comerte una lechuga como si fuera un indolente ser inanimado. De hecho ya no me creo a un vegano argumentando que es más humano zamparse una remolacha que una trucha. Después de lo visto yo diría que, de esos dos seres vivos, la remolacha es el más complejo. Así que sigamos comiendo jamón sin mala conciencia y hagamos una reverencia a las espinacas y al canónigo antes de hincarles el diente.

Y si magníficas son las imágenes, qué decir de quien las comenta, el incombustible naturalista británico que a sus 95 años sigue triscando por esas campiñas con la energía de un mozalbete. Está claro que el amor por la naturaleza alarga la vida. Por eso yo de mayor quiero ser David Attenborough. Y vivir para siempre en un documental de 'BBC Earth'.

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