Un año más el anuncio de la Lotería de Navidad nos somete a un dilema moral. ¿Devolverías un décimo que no es tuyo premiado con el Gordo?¿Harías como ese buen farero que se pone a buscar a Julia, la de 'Las tres Orquídeas', para ... entregarle la mágica papeleta que el viento pegó en su ventana y que contiene 328.000 euros, después de impuestos? ¿O te la quedarías bajo el autoconvencimiento de que ha sido un regalo del destino que no puedes rechazar? Supongo que para saberlo tendrías que verte en la situación.

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En mi caso, un par de experiencias vividas me han llevado a pensar que muy probablemente actuaría como el farero. ¿Por bondad natural? ¿Porque soy de una honradez que 'no se pué aguantá'? ¡Qué va! Por culpa de ese Pepito Grillo que (salvo ciertos psicópatas y algunos políticos) todos llevamos dentro, lo que Freud consideraba la parte moralista del 'superyó'. Porque fue Pepito y no yo quien me convenció de volver un día al súper a devolver los 40 euros de más que me habían dado en el cambio. «¿Vas a dormir tranquila pensando en la bronca que le va a caer a esa cajera que quizás no haya tenido en la vida tanta suerte como tú?». Fui. Los devolví. Y la cajera, emocionada, me regaló una botella de Rioja. No había vuelto a ocurrirme nada igual hasta que la semana pasada, al liquidar una cuenta bancaria, me entregaron 630 euros de más. Y de nuevo no fui yo (que ya estaba pensando en cómo gastarlos) sino Pepito quien me convenció de que tenía que llamar de inmediato a la entidad para aclarar el error. Eso sí, como te digo una cosa te digo la otra... No hace mucho, al ir a pagar en un bar (bastante caro), vi que nos habían cobrado una cerveza de menos y me callé. Pepito no protestó. Quizá estuviera durmiendo la mona.

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