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fernando miñana
Lunes, 18 de febrero 2019, 11:26
Las Dr Martens son indestructibles. Y no es una cuestión de la rigidez de su piel ni de la dureza de su suela sino su resistencia al paso del tiempo. Periódicamente vuelven a ponerse de moda y este invierno están por todas partes. Negras, ... granates, de colores, con cordones fosforitos o de imitación..., hay pocos jóvenes (y adultos) que hayan resistido la tentación de ponerse las botas.
Este borceguí es casi sexagenario. Y su origen, más antiguo aún, de 1945, recién acabada la segunda Gran Guerra, cuando Klaus Maertens, un médico de la Wehrmacht, las Fuerzas Armadas de la Alemania nazi, se torció un pie bajando con sus esquís por una ladera de los Alpes bávaros. Las pétreas botas militares eran un martirio, así que decidió diseñar unas más flexibles e ideó una cómoda suela con cámara de aire.
Aquel calzado se quedó en poco más que un alivio para su pie maltrecho. Hasta que el doctor Maertens se encontró, dos años después, con un amigo llamado Herbert Funck. Este viejo conocido tenía más olfato para los negocios y le propuso comercializar sus botas, usando para la suela el caucho desechado de las pistas de los diezmados aeródromos de la Luftwaffe, la Fuerza Aérea nazi. La bota tuvo buena aceptación, especialmente entre las amas de casa. Cuatro de cada cinco clientes eran mujeres de más de 40 años.
Mientras, en Inglaterra, la tercera generación de la familia Griggs seguía con su industria zapatera. Empezaron en 1901 y medio siglo y dos guerras mundiales después continuaban en el negocio desde su factoría en Wollaston, en las Midlands. Un día, hojeando el periódico, se encontraron un anuncio que les llamó la atención: unas botas alemanas con cámara de aire. R Griggs compró la patente y las adaptó a los gustos de su país. Modificó el apellido para denominarlas Dr Martens y les hizo algún retoque en el tacón. Luego añadió un pespunte amarillo y bautizó la suela como 'AirWair'.
La primera remesa salió del almacén el primer día de abril de 1960 -el 1-4-60-, dando nombre al modelo 1460, el más emblemático de la firma, el mismo que en 2018 se convirtió en el zapato más vendido del Reino Unido. Un fenómeno que se ha repetido por toda Europa, incluida España, donde los Reyes Magos tuvieron serios problemas para encontrar un par de estas recias botas para todos aquellos que se las pidieron.
R. Griggs lanzó un diseño de color cereza, piel de napa y ocho pares de agujeros para los cordones. A dos libras, se popularizaron entre la clase trabajadora. Carteros, policías y peones consideraron que estaba bien emplear un par de libras en estos borceguís cómodos, baratos y resistentes.
Hasta que, en 1967, un joven entró en una tienda del norte de Inglaterra y se compró un traje azul oscuro. El chico se quedó fascinado con un par de botas granate y pensó que le vendría bien para la actuación que tenía esa noche. Aquel joven era Pete Townshend, el cantante y guitarrista de The Who, y desde aquel día miles de jóvenes quisieron cubrir sus pies con el mismo calzado que aquel emblema de la música.
Townshend fue providencial. Él cambió la historia de las Dr Martens, las DM, como se conocen popularmente en el Reino Unido, o las Docs, como las llaman en Estados Unidos. Aquellas botas se convirtieron de repente en un símbolo de su subcultura británica, de los chicos rebeldes, del espíritu 'vete a la mierda'.
Los skinheads, aquellos cabezas rapadas que al principio no eran violentos, y los punks las hicieron polvo entre los 60 y los 70 por el efecto imitación con bandas tan representativas de esa época y de ese estilo como Sex Pistols o The Clash. El nacimiento del punk se suele fechar en 1976, aunque otros señalan el 6 de noviembre de 1975, el día que tuvieron que cortar la luz en la Escuela de Arte de San Martin porque en un cuartucho había unos muchachos llamados Sex Pistols haciendo un ruido atronador.
De estas tribus urbanas que presumían de estrenar sus botas dándole un puntapié a alguien, las Dr Martens han acabado, cuarenta años después, en los pies de las 'it girls'. Del skin o el hooligan han pasado a Aitana o Amaia. De Pete Townshend o Joe Strummer a Dulceida o Sara Carbonero. Las botas de la indómita Lisbeth Salander -el célebre personaje de ficción del novelista Stieg Larsson- las calza ahora la tierna Emma Watson. Ha dejado de ser imprescindible combinarlas con tejanos ajustados, tirantes y chupas de cuero: ahora refulgen bajo faldas o vestidos, y hasta pueden llevarse con trajes de chaqueta.
Casualidades como la de Townshend han sido una constante en la historia de las Docs. Las 'bouncing soles' -el eslogan escrito en el característico lazo que sale del talón- también cautivaron a las bandas 'grunge' que giraron en los 80 por las islas británicas, de donde salieron de vuelta hacia la costa oeste de los Estados Unidos con las botas puestas, propiciando un impulso inesperado: la facturación se multiplicó por tres.
La compañía también hizo otro hallazgo a finales de los ochenta, cuando constataron que había aumentado llamativamente la venta de las tallas más pequeñas. La explicación era que las mujeres habían empezado a comprar las DM, así que había que contentarlas.
Vicente Gallart, que es periodista de moda y DJ, conoce muy bien la relación de las Dr Martens y la música. «En la última presentación de las botas en las que estuve habían hecho tres colecciones inspiradas en tres portadas de discos de New Order y Joy Division, que son de Peter Saville, uno de los diseñadores gráficos más importantes de la historia. Casi me muero».
Para este especialista, «las Dr Martens son un caso aparte, un calzado icónico, único y con mucha personalidad, como las Converse». Un producto que periódicamente vuelve a ponerse de moda, casi siempre gracias a los jóvenes. «Yo creo que es porque siempre se asocian a la rebeldía, algo que tanto gusta a la juventud». Pero encuentra otras razones: «Las combines con lo que las combines te dan un punto diferente y se pueden combinar de muchas maneras, algo que solo sucede con iconos como los Levi's 501 o las Converse».
La moda, de hecho, las rescató en su peor momento. Eso fue a principios de este siglo, cuando una caída de las ventas, coincidiendo con la invasión de las zapatillas en los 90, obligó a cerrar la planta de Inglaterra en 2003 y trasladar la producción a China y Tailandia. Hasta que, en 2007, Yohji Yamamoto las sube a la pasarela y las Dr Martens vuelven a despegar. Desde entonces varios diseñadores, como Marc Jacobs, han hecho alguna colección puntual para la casa.
El resurgir permitió reabrir una de las plantas en Cobbs Lane, donde 50 trabajadores hacen a mano, con la ayuda de máquinas de coser Puritan, la version 'Made in England', algo más caras que las inmortales 1460 (170 euros). En 2013, la marca se vendió a Permira, un capital de riesgo, por 352 millones de euros.
Pero las Dr Martens no vienen solas. De manera más sutil van penetrando en la ciudad la bota de montaña y la de senderismo, que se suma al 'outfit' con la misma naturalidad que las zapatillas . «Empezó en la moda masculina y pasó a la femenina. Se incorpora el calzado 'outerwear' que antes solo se vendía en las tiendas de montañismo. Gracias al éxito del senderismo, mitad ocio, mitad deporte, se traslada a la ciudad. La moda se inspira en este tipo de vida saludable: el 'sal de la ciudad, vete a las montañas, haz una excursión'. Y lo hace incorporando las botas 'hiking'».
Y al calor de esta tendencia, las firmas de lujo sacan su versión. «Porque siempre hay gente que quiere diferenciarse y tiene un mayor poder adquisitivo», advierte Gallart. Y así llegan a las boutiques, a rebufo de marcas danesas como Ganni o Yvylee, modelos de Gucci, Jimmy Choo o Louis Vuitton con precios que rondan las cuatro cifras. Las botas, con las indestructibles Dr Martens a la cabeza, pisan más fuerte que nunca.
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