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Por qué a todos nos resulta tan familiar el Lexatin? Se preguntaba ayer retóricamente Íñigo Errejón. Muy fácil: porque todos hemos estado alguna vez de ... los nervios o, en su defecto, hemos padecido interminables vuelos transoceánicos nocturnos donde es muy difícil pegar ojo sin la ayuda de una pastilla. Lo malo es que ahora casi nadie vuela y sin embargo el consumo de tranquilizantes y ansiolíticos se ha disparado. La culpa, dicen los políticos, es del coronavirus. Estoy segura de que si le preguntáramos al coronavirus diría que la culpa es de los políticos. Cada vez más radicalizados, crispados e irreconciliables (salvo alguna rara excepción como la del 'angelical' Gabilondo), no se puede decir que nuestros líderes estén contribuyendo precisamente a serenar los ánimos de la ciudadanía (en su conjunto) durante la ya de por sí exasperante pandemia. Si la merma de la clase media está dejando un boquete por el que podría acabar colándose la democracia (empujada por la irrupción de los populismos), la dialéctica populista terminará abriendo una brecha por la que más pronto que tarde, y si nadie lo remedia, acabará despeñándose la paz social.

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