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Entrevisté a Cher en Madrid hace tiempo, en la suite de un hotel de lujo. Pedí hablar con ella directamente, sin traductores. Me lo concedieron. Y me sorprendió gratamente porque ya para entonces las entrevistas a las grandes celebridades mundiales solían llevar incorporado un 'comisario ... político'. Desde entonces la cosa no ha mejorado. Yo diría que incluso ha ido a peor. El otro día tuve que entrevistar a un famoso músico de rock que estaba en el extranjero y aquello fue (literalmente) una llamada grupal de whatsapp, con tres personas distintas (y una sola entrevistadora verdadera) escuchando la conversación a través de la línea. Pero volviendo a Cher... Una vez en la suite, las agentes, publicistas y toda esa gente estresadísima que zumba alrededor de una superestrella andaban al borde de la histeria porque no sabían si abrir o cerrar la ventana. «¿Qué lleva puesto?, repito. ¿Ella qué lleva puesto?», preguntaba una joven con un micro en la solapa. «¿Un suéter ligero? Entonces la cierro. Ah, que no es tan ligero... Entonces la abro». Yo la observaba con la boca abierta. Se me cerró de golpe cuando se dirigió a mí y me advirtió: «Vas a poder estar a solas con Cher, pero no puedes preguntarle nada sobre cirugía estética. Como lo hagas, ella se levantará y se irá. ¿Entendido?». Asentí con la cabeza. Llegó Cher. Tan relajada, simpática y cercana que me atreví a preguntarle por la relación entre su eterna juventud y la cirugía estética... Lejos de ofenderse, soltó una carcajada: «No, no -respondió- yo a quien le debo esta piel y este aspecto juvenil es a mi madre. Esto es pura herencia materna». Casualmente acaba de morir la madre de Cher, actriz, cantante, gran amiga de sus hijas... Tenía 96 años. Y, chica, será la genética, pero lo cierto es que aparentaba menos de 80.
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