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A la izquierda, una de las fotos que subió Camilín este fin de semana. A la derecha, en una imagen de archivo. E. C.
La espiral de autodestrucción en tiempo real del hijo de Camilo Sesto a través de Instagram

Impactantes fotos de Camilín

La espiral de autodestrucción en tiempo real del hijo de Camilo Sesto a través de Instagram

Desdentado, con peluca y botellas de alcohol a su alrededor... Las últimas imágenes que Camilín ha colgado en su Instagram dejan al descubierto sus problemas de adicciones y ponen sobre la mesa la dificultad de algunos vástagos para sobrevivir a la herencia emocional de sus padres

Lunes, 1 de mayo 2023

Su padre lo llamaba Camilo Séptimo en tono jocoso. Las revistas del corazón, Camilín. Y sus amigos, Junior. Camilio Blanes Sesto cumple este año 40 años, pero su comportamiento se puede calificar como cualquier cosa menos adulto. A su edad, su padre, el famoso cantante Camilo Sesto era una figura mundialmente reconocida por su talento musical. Él, en cambio, solo lo es por su apellido y por sus adicciones, que le tienen en un punto de no retorno muy preocupante.

El pasado viernes, de madrugada, subió varias fotos suyas a su cuenta de Instagram. Estaba de fiesta en su casa. Solo. Y decidió inmortalizar el momento. Se travistió de mujer, se maquilló, sacó las pelucas que usaba su progenitor, puso morritos aquí y allá… Hasta que en una de esas imágenes mostró su sonrisa. Quienes la vieron se quedaron helados. Sus dientes mostraban un aspecto dantesco: le faltaban piezas y otras estaban rotas y 'picadas' por las caries a él, el heredero de una de las mayores fortunas musicales de este país.

Saltaron todas las alarmas. Otra vez. ¿Qué le pasa a Camilín? ¿Está bien el hijo del del Jesucristo Superstar español? Al día siguiente, apareció en escena su exnovia, otra de largo currículum rosa y escaso salmón, Cristina Rapado. Más imágenes en redes sociales con ambos de cachondeo, con gafas de sol y, de fondo, botellas de alcohol, latas de conservas vacías y medicamentos tirados. «Puede morir en cualquier momento», aseguraba horas después alarmada la periodista de crónica social María Patiño.

Junior es otro de esos hijos de famosos cuyas sombras son tan alargadas que les oculta el camino a seguir. Otro juguete roto cuya espiral de autodestrucción es tan potente que no deja nada en pie a su paso. Su problema es que todo está sucediendo en tiempo real y amplificado por las redes sociales, que han dado lugar a una nueva profesión: la de autopaparazzi.

El hijo del soltero de oro

Camilo Blanes nació el 24 de noviembre de 1983 fruto de la relación entre Camilo Sesto y la también cantante mexicana Lourdes Ornelas. Su venida al mundo fue rara, pues aunque al artista de Alcoy se le habían conocido un par de relaciones más, su vida privada era un misterio. De hecho, le tenían por el soltero de oro de entonces.

Camilo Sesto con Ornelas y el bebé, poco después de instalarse en España. ABC

La primera noticia que se tuvo de que había formado una familia fue poco después del alumbramiento, cuando se bajó de un jet privado en el aeropuerto de Barajas de la mano de la mexicana y con un bebé en brazos. Hubo conmoción en el mundo rosa. El artista tenía 37 años y dio una bonita exclusiva para contar la historia de su tardía (para la época) paternidad. «Ya tengo mi hijo, y no quiero ocultarlo ni un segundo, no quiero ocultar lo que es mi felicidad», aseguró entonces.

Ornelas y Sesto se instalaron en un chalé en Torrelodones, a unos 30 kilómetros de Madrid. Y durante tres años bordaron el papel de familia perfecta. Hasta que en 1986, todo saltó por los aires. Se les acabó el amor (o lo que fuera que tenían). Y la que pasó de fan a amiga y de amiga a persona indispensable del cantante cogió las maletas rumbo a su país.

Camilín se fue con ella para pesar del padre, que bebía los vientos por el pequeño. Quizá fue esta la primera muesca en su historia. La separación convirtió al pequeño en una especie de trofeo. De hecho, al poco de estar en México, Sesto reclamó la custodia total. Alegó que la mujer no podía criarlo en condiciones por falta de recursos mientras que él tenía una economía más que saneada que le permitía criarle entre algodones. El juez le dio la razón y Camilín volvió a España. A partir de ahí, sus padres hilaron una larga trayectoria de rifirrafes más o menos públicos con él como excusa.

Un padre obsesionado con los búhos

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El crío creció en el chalé familiar rodeado del servicio y siendo testigo de las excentricidades del genio que tenía por padre. Se forjó un carácter tímido e introvertido. Apenas se le veía en la calle. Tampoco le perseguía la prensa como ahora. Fue al colegio, pero no destacó como estudiante. Le pesaba la ausencia de la figura materna, lo que acabó generando fuertes conflictos con su progenitor, que empezó a obsesionarse con la cirugía estética para retener la juventud y con los cuadros de búhos hechos con chinchetas. Unas extravagancias que lo convirtieron el blanco perfecto de las bromas del periodista Javier Cárdenas años después cuando, ya retirado, pasaba temporadas en Miami.

Con la mayoría de edad en el bolsillo, Camilín volvió a México, la ciudad en la que nació y se instaló con su madre. Allí, alimentó el sueño de ser cantante, que se materializó en un disco que pasó sin pena ni gloria. También protagonizó un breve matrimonio con una joven suiza a la que había conocido poco antes y de la que se divorció en horas. Su regreso a España no se produjo hasta la muerte del intérprete de 'Vivir así es morir de amor', cuando se convirtió en el heredero de una inmensa fortuna: el chalé de Torrelodones, otro en Las Rozas, un piso en Marbella y una cuenta corriente de varios millones. Además de los 'royalties': cada año recibe 500.000 euros en concepto de derechos de autor.

La «chupipandi de las golosinas»

Nadie sabe exactamente en qué momento se torció su futuro, pero desde que se mudó a España, se ha rodeado de un entorno que no ha favorecido su desintoxicación y vuelta a la normalidad, pese a que ha habido intentos. Y lo que es peor, tiene todo el dinero de su padre a su disposición. Cuentan que su casa madrileña es el escenario de interminables juergas en las que se le ve, además de borracho, desnudo e incluso con falta de higiene. También que las puertas están siempre abiertas para «la chupipandi que le trae golosinas».

No así para quienes intentan hacerle consciente de sus problemas, entre ellos, su madre, a la que tiene prohibido acercarse siquiera a su jardín ahora que vive en Madrid. Camilín no ha escondido nunca que le habría gustado tenerla más cerca. «Si no pudo estar conmigo cuando era pequeño se debió a las dificultades económicas que pasó en aquel tiempo. Ella tenía la libertad de venir, a lo mejor no el poder económico», declaró a la revista 'Vanity Fair 'en una entrevista. Sin embargo, ahora parece no escuchar las llamadas de auxilio cada vez que le ponen un micrófono delante. «No puedo hacer nada porque es un adulto. La ley no me acompaña si no le inhabilitan».

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