La familia Sancho seguirá «luchando» mientras los Arrieta ven difícil cobrar la indemnización: «Daniel no tiene patrimonio»

En la sala, el condenado escuchaba entre lágrimas un veredicto en el que se consideraba probado que el chef español cometió un delito de asesinato premeditado, al que se añaden los cargos de ocultación del cadáver y el de destrucción de pruebas. Unas acusaciones que el código penal de Tailandia castiga con la pena de muerte. Sin embargo, el magistrado ha rebajado el castigo un escalón en su gravedad. El veredicto, según se ha trasladado a los medios, es pena de muerte pero se conmuta por la reclusión de por vida. Además, Sancho deberá indemnizar a la familia de Edwin Arrieta con alrededor de 106.000 euros, una cantidad muy inferior a los más de 700.000 que pedía la acusación.

Horas después, Juan Gonzalo Ospina, uno de los abogados de los Arrieta, comparecía ante una multitud de medios de comunicación de todo el mundo para leer un comunicado y valorar la sentencia. El letrado ha calificado el proceso judicial como «complejo» y «con mucha tensión en los últimos días». Respecto a la situación de los allegados del cirujano asesinado, ha contado que «siguen sumidos en el dolor y agradecen al tribunal esta decisión» pero que se han mostrado «satisfechos» con el fallo. Eso sí, ellos han querido dejar claro que su interés en todo el proceso no ha sido monetario, sino de justicia. De hecho, dado que «Daniel no tiene patrimonio o bien alguno», son conscientes de que «esta cantidad también es muy difícil que la familia pueda cobrarla el día de mañana». «Lo hemos hecho -pedirla- más por una cuestión formal», ha querido puntualizar Ospina.

«La familia Arrieta no está aquí por dinero, sino para que se haga justicia. En lo relativo a la responsabilidad civil, cuando no hay nada que se pueda repartir... Lo tienen muy claro. Se conforman con la indemnización que ha estimado la Corte de Tailandia. Saben que esa cuantía es imposible de sufragar y quieren dar un paso al lado», ha explicado Juango Ospina, que se ha definido como un letrado «de consenso y no de venganza». En este sentido, ha adelantado que la familia de la víctima no se va a oponer a que Daniel Sancho pueda volver a España cuando así lo dictamine la ley, ya que para ellos es más importante «un perdón sincero y real, que realmente el condenado sienta que tiene que reparar el daño atroz que ha causado».

La vuelta de Daniel Sancho a España para cumplir la condena es una posibilidad real, ya que está vigente un convenio con Tailandia, firmado en 1983, que permite que los presos españoles en las cárceles del estado asiático pueden solicitar el traslado para cumplir la pena en una prisión de la península. De todas formas, el retorno del chef no podrá ser solicitado hasta que cumpla una tercera parte de su castigo en territorio tailandés, un periodo cuya duración aún no está clara.

Antes de que todo eso ocurra, la sentencia emitida este jueves debe ser firme. Marcos García Montes y Carmen Balfagón, abogados del hijo de Rodolfo Sancho y Silvia Bronchalo, ya han adelantado que recurrirán un fallo que no esperaban. Tendrán un mes para hacerlo, tiempo durante el cual Sancho permanecerá en la prisión de Surat Thani. No se descarta que más adelante sea trasladado a Bang Kwang, una de las peores penitenciarias del mundo.

El veredicto emitido por la corte tailandesa ha sido seguido in situ por los padres del acusado. Tras el que ha sido sin duda el año más difícil de sus vidas, la ex pareja formada por Rodolfo Sancho y Silvia Bronchalo ha sobrellevado como ha podido la lectura de la sentencia. Ella, entre lágrimas y con desconsuelo, y él, más entero. A su salida de la sala, ha sido tan escueto como contundente: «A seguir luchando siempre, a seguir luchando», ha dicho a los medios.

Poco antes había abandonado la corte ella. Según los medios presentes, ha salido muy afectada y se ha metido en un coche sin hacer ninguna declaración. Las suyas no han sido las únicas lágrimas vertidas dentro de la corte, ya que según diversas fuentes el propio el chef español ha roto a llorar en varios momentos de la lectura del veredicto, una actitud emocional que contrasta con la entereza y frialdad que ha demostrado desde que se conoció el asesinato de Edwin Arrieta.