Nunca olvidaré aquella entrevista con Charo López... Todavía me sorprende seguir viva. Yo tendría unos 30 años y ella 17 más. La actriz se encontraba por entonces en la plenitud de la vida y de la belleza, pero un comentario mío sobre su edad le ... hizo ponerse de uñas. Hasta me lanzó un guante que me llevó a pensar si no me estaría retando a un duelo... De esto hace ya mucho tiempo, pero me ha venido a la cabeza al ver la polémica entrevista de Isabel Gemio a la Campos. Una alusión de la entrevistadora a los «casi 80» años de la entrevistada generó una tensión que casi se podía cortar con cuchillo.

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Aquellas víctimas de la nevada que ahora mismo estén buscando un tutorial para aprender a romper el hielo que se abstengan de contemplar ese vídeo... Me pregunto si a Gemio, que ya tiene 60 (como yo), nadie le ha enseñado que las cuestiones incómodas se dejan siempre para el final. Que en las entrevistas, como en el tenis, es imprescindible una tanda previa de peloteo. Y que igual que el médico es mal paciente, el periodista suele ser el peor entrevistado («Yo no doy un titular si puedo evitarlo», le advirtió María Teresa). También me cuesta creer que haya personas a las que preguntarles la edad les parezca un insulto. Sorprendentemente, la Campos, cuya edad no es un secreto para nadie, figura entre ellas. Por atreverse a mencionar sus 79, a Gemio la llamó «gilipollas» y «cerda». Y ahora Gemio ha grabado un monólogo en su Instagram sobrado de victimismo.

Prefiero el tono sobrio empleado por Juan Muñoz para disculparse con José Mota tras haberlo insultado con «cuatro copas». Mota ha aceptado las disculpas. Lo malo entre la Gemio y la Campos es que las dos se sienten insultadas por la otra, y ninguna había bebido.

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