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MACARENA TEJADA
Lunes, 22 de julio 2019, 00:04
Que su pasión es cocinar es evidente. Nadie duda sobre ello cuando se refiere a David de Jorge (Hondarribia, 1970). En otoño, invierno, primavera y, sobre todo, verano, una época «perfecta para comer bonito o marmitako, así como para organizar cenas en casa, con cerezas ... y txakolí, y quedarse de sobremesa hasta las tres o cuatro de la madrugada. Esas noches frescas de verano... ¿a quién no le gustan?», se pregunta el chef hondarribiarra.
En los meses estivales David de Jorge cocina por gusto, pero también por trabajo. No tiene tiempo de mucho descanso. Por eso, aprovecha las «largas horas de luz solar de esta época para hacer lo que todo el mundo hace. Cuidar del jardín, que me encanta, y pasar más tiempo con los amigos y familia. También para comer productos típicos de estas fechas, que son exquisitos». Es decir, disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, que en verano «son aún mejores».
En julio y agosto está bastante atareado, pero no siempre ha sido así. Si tuviera que elegir una de sus aventuras veraniegas, lo tiene claro. No hay duda alguna. Esas vacaciones eternas de cuando era un niño, «en las que no tenía obligaciones, ni quehaceres. Bastaba con disfrutar de la vida y ser feliz». Entonces gozaba de largos días de playa con su madre y sus hermanos. «La ama se preocupaba mucho por nosotros y nos acompañaba siempre a todos los sitios», recuerda con cierto tono nostálgico. Tanto a él como a sus familiares siempre les ha gustado «mucho nadar y estar a remojo. La piscina, la playa... eran los mejores planes que podíamos hacer», señala David de Jorge. Eso sí, aunque «estar a remojo como una torrija» es una sus aficiones en verano, «no nado muy bien».
En cualquier caso, las dificultades para chapucear no son un impedimento para este hondarribiarra, que siempre que puede va a los «maravillosos arenales» de su municipio o de Hendaia, a poco más de quince minutos en coche de distancia entre ellas. Cuando puede, además, aprovecha para pasar el día en el agua y se lleva un bocata a la playa. Ya lo hacía de pequeño y no quiere perder la costumbre.
Pero si hay algún periplo que David de Jorge recuerda especialmente, ese es «el primer viaje largo» que hizo en su vida. «Fue a Elizondo», ríe. «Tuvimos que parar hasta 26 veces antes de llegar para vomitar. No podía más», recuerda divertido.
Tanto a él como a su familia les gustaba pasar los veranos en la piscina de Elizondo, «donde se respiraba un ambiente muy tranquilo. Mis padres, que por aquel entonces tendrían unos 45 años, disfrutaban mucho con nosotros allí. Eran semanas muy largas». Piscina, comer en el jardín... «y las siestas obligadas para hacer la digestión antes de volver al agua», bromea el cocinero. Eran una «excusa para que dejáramos de molestar a los aitas».
David de Jorge era un niño cuando por primera vez se montó en coche para ir a Elizondo. Tenía solo siete añitos y muchas ganas de divertirse. «No se me olvidan esos veranos en Navarra», asegura. Y seguramente jamás dejará de recordar la que fue «una de las mejores épocas» de su vida, cuando las obligaciones no existían y lo importante era hacer la digestión lo más rápido posible para poder volver a saltar de bomba a la piscina y mojar a todo el que se le pusiera por delante.
Elizondo fue el primer viaje de David de Jorge, pero no tardó mucho en hacer un recorrido «largo de verdad» para pasar unos días un poco más lejos de su casa. Si ya tenía suficiente con aguantar los cincuenta minutos de trayecto entre Hondarribia y el alojamiento donde pasaban los veranos del Valle del Baztán, «te puedes imaginar lo que pasaba cuando iba a Galicia».
Su padre era gallego, de Sanxenxo. En cuanto David de Jorge le cogió el truco a viajar en coche, sus progenitores se animaron a ir hasta tierras gallegas en auto. Sus abuelos «tenían un hotel allí, en el que estuvieron veraneando toda la vida». Si para ir a Elizondo tenían que parar 26 veces, «para llegar hasta Sanxenxo había que salir cinco días y medio antes de casa. Recuerdo unos viajes en los que veía borroso y no podía parar de vomitar. Qué espectáculo».
A día de hoy todavía mantiene un gran recuerdo de Galicia. Tiene familia en A Coruña y amigos cerca de Pontevedra. Conserva recuerdos «increíbles» de este lugar, que no visita tanto como le gustaría, pero también le tiene mucho cariño a Elizondo y toda la zona del Baztán. Y qué decir de las playas de su querida Hondarribia o de Hendaya, «uno de los mejores planes para el verano. Yo soy de Hondarribia de toda la vida y no cambiaría el plan de baño en su playa por nada del mundo».
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