Un amigo me regaló hace tiempo un frasco de 'Chanel nº 5' y lo estuve utilizando... como ambientador de baño. Esto lo llega a saber Karl Lagerfeld y me crucifica (o me pone un piso en la Rue Saint-Honoré, nunca se sabe). Ese famoso perfume me ha resultado siempre cargante, igual que Lagerfeld me parecía un altivo extravagante, un estirado de cuello duro, un 'racista' de la estética. A las modelos las repudiaba en cuanto cogían unos kilos. Tanto que a Claudia Schiffer, hermosamente redondeada por la maternidad, llegó a llamarla «vaca alemana». El diseñador había alcanzado la categoría de genio de la moda universal, más allá incluso de ese planeta elitista y ajeno a la realidad que es la pasarela, pero como ser humano parecía empeñado en caer mal. Ahora que ya no está, brotan emocionados testimonios de algunos de sus empleados hablando de lo respetuoso y generoso que fue con ellos y sale por fin a la luz esa «mirada de perrito bueno» que le atribuían sus amigos y que él siempre quiso proteger de la curiosidad del «populacho» (eso decía) tras unas gafas de sol.
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De Lagerfeld pasarán a la historia sus brillantes diseños. Y también sus más sombríos vituperios. Como cuando en pleno ataque de 'cuernos' (porque no quiso ponerse un Chanel) llamó vulgar a Meryl Streep, o cuando puso de fea para arriba a Pippa Middleton o declaró que la cantante Adele estaba «un poco demasiado gorda» para su gusto (el gusto de un ex obeso maniático de la escualidez). Pero todo ogro tiene su talón de Aquiles, a toda deidad soberbia le llega su némesis... Y la de Lagerfeld se llama Choupette; una gata de raza birmana todavía más altiva, snob y caprichosa que él. Además de apellido famoso, Choupette Lagerfeld tiene un libro publicado, dos criadas, una cuenta en Instagram con más de 200.000 seguidores (ganó 50.000 de golpe el día que murió su amo), viaja en jet privado y acostumbra a celebrar sus cumpleaños con un plato rebosante de langostinos coronados por una velita... La gata, que ayer posaba triste y azul en las redes sociales, podría ser además la principal heredera de la fortuna del diseñador. Un '¡Choupette esa!' póstumo muy propio de Lagerfeld. La extravagancia final. Su última puntada (con hilo).
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