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Antonio Banderas no sabe estarse quieto. Cuando no está rodando películas, está dirigiendo y, cuando no, está cantando, bailando o reinventando el teatro musical. Esta vez, el actor más internacional de España se ha metido de lleno en 'Gipsy', un clásico de Broadway al que ha sabido impregnar del sello personal del malagueño. Porque sí, Banderas podría estar descansando en una hamaca, pero prefiere meterse en una historia de madres ambiciosas, hijas con talento y mucho, mucho espectáculo. Y, claro, el éxito le acompaña, tanto que su propuesta ha sido prorrogada en el Teatro Apolo de Madrid hasta el 25 de mayo, de ahí que acudiera a 'El Hormiguero' para celebrarlo.
«En un musical en directo pueden salir muchísimas cosas mal y nosotros tenemos muchas posibilidades de que nos ocurran porque llevamos un escenario giratorio, llevamos unas cortinas que vuela según la temperatura del escenario… Es decir, el escenario está vivo. Por eso tenemos unos equipos técnicos de primera categoría. A veces se cometen errores, pero esa es la grandeza del teatro, de un espectáculo en vivo», reflexionaba ante Pablo Motos un Banderas que sigue poniéndose nervioso antes de salir a escena.
La sorpresa aparecía cuando Motos revelaba que su invitado era «el auténtico Forrest Gump». Y razonaba: «Si hay un momento en el que pasa algo importante, ahí estaba Antonio Banderas». Su invitado sonreía. «Es verdad que si me ha sucedido eso de estar en situaciones históricas. Y ha sido por casualidad. El 23-F estaba viendo una obra en el Teatro de las Bellas Artes que está justo detrás del Congreso. Antes de entrar, vi pasar corriendo a un guardia civil con un arma en la mano. Y aquello le llamó la atención. Luego, durante el primer acto, muchos murmuraban, y eso me molestaba. En el teatro hay que estar en silencio. Pero, durante el descanso, una señora me contó que un teniente había entrado pegando tiros en el Congreso. Y cuando salimos, no había nadie en la calle. Bajamos hasta la Castellana y llegamos a Neptuno, donde había unas mil personas gritando: Ejército al poder. Eso no se me olvidará en la vida», recordaba. Tirando de historia, el presentador quiso saber dónde estaba el actor el 11-S. «Acababa de llegar a Los Ángeles. Volé el día 10, pero yo quería volar por la mañana del 11. Dos de los aviones que se estrellaron salieron esa mañana del aeropuerto de Newark, que era el que me habría correspondido a mí», desvelaba.
Más casualidades históricas. La Primavera Árabe le pilló a Banderas en Túnez. «Estaba rodando una película francesa y rodábamos muy cerca de la frontera con Argelia. Un día tuve que ir a la capital a renovar mi visado y, en la embajada americana, alguien me comentó que un chico se había inmolado delante del ministerio del Interior. Y que se estaba liando», contaba el artista. Aquello fue a más. «A los cuatro días, nos dijeron que el hotel se estaba desalojando. La gente huía y hubo un momento en que nos quedamos aislados. El productor, que era judío, se reunió con Ben Ali, el presidente, y a mí se me ocurrió que les podía poner en contacto con Felipe González, con quien mantengo una amistad, para que les ayudara a establecer un decálogo o cómo podía ponerse en contacto con quienes estaban potenciando la revolución, porque este señor era un tirano realmente. Y nos fuimos a París a ver a Felipe González», evocaba serio.
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