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Bárbara Rey describe a su hijo, Ángel Cristo, como un niño «absorvente». La artista ha contado en el programa de '¡De Viernes!' que «estaba completamente obsesionado conmigo». Así, la artista ha desgranado los caprichos que «le ha exigido» este a lo largo de sus años de estudiante. «Insistió en ir a los Alpes para aprender francés y cuando se acabó la temporada de nieve, ya no quiere seguir allí», cuenta. Después quiso ser modelo y también cantante. «Le apunté a una academia de modelaje, también le busqué un foniatra y tenía 12 guitarras que yo no le he escuchado tocar en la vida».
Bárbara Rey relata que Ángel tuvo un accidente con su coche, que quedó siniestro total. «Le compré un todoterreno, que también destrozó». Según la vedette, tras este episodio, el joven quiere ir a vivir a Nueva York con su novia de entonces a estudiar música. Se instala en un apartamento que le cuesta a la vedette 1.000 dólares al mes. En ese momento Bárbara le corta el grifo «y él dice que no pudo acabar los estudios porque yo me lo gasté en los casinos», argumenta.
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También ha puntualizado que llegó a pagar en facturas de luz hasta 5.000 euros. «Gastaba mucho, sobre todo en la luz del sótano». «¿Como la luz que necesita un invernadero?», ha preguntado el periodista Santi Acosta. «No te lo puedo decir porque nunca bajé a ver lo que había», responde la entrevistada.
Otro de los testimonios de su hijo que ella ha querido desmentir es el de que le administraba Orfidal en el biberón para que durmiera mejor. «Tú puede matar a un niño dándole cualquier cosa. Es de una maldad infinita contar eso. Mi hijo estando conmigo nunca ha tomado ningún medicamento. Sí que le he llevado al psicólogo, pero nunca le he dado Orfidal», asegura.
Ángel Cristo Junior también explicó que su madre le obligaba a darle masajes en la espalda durante horas. «Desde que su padre me partió el cuello, siempre he tenido un fisioterapeuta. Ha dicho que me daba masajes desnuda, y eso es mentira. También ha dicho cosas más fuertes que no voy a repetir porque me pasé el día llorando», cuenta y desmiente, además, haber forzado a sus hijos a que la besaran en la boca. «De toda la vida hemos tenido por costumbre darnos un pico, pero decir eso con otra intención como él hace, me parece tan rastrero».
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