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Bardot dejó el cine hace 45 años, cuando decidió apartarse de las cámaras, pero no para recluirse, como ‘la Divina’ Garbo. En realidad, la musa francesa no se ha ido nunca; todo este tiempo hemos sabido de ella y de su lucha por los ... animales: enarbolando fotos de crías de foca ensangrentadas, abrazando a perros, alimentando cervatillos... También apoyando a la ultraderecha de su país. Hace unos días, sus declaraciones a ‘Paris Match’ la devolvían a la actualidad: «Nunca he sido víctima de acoso sexual. Y me parecía encantador que me dijeran que era guapa o que tenía un buen culito», soltaba sobre la campaña MeToo y la denuncia del caso Wenstein, y no dudaba al llamar «hipócritas» a algunas actrices. Ahora regresa a sus 83 años con sus memorias, ‘Lágrimas de combate’.
En el relato, dedicado sobre todo a sus mejores amigos - «No formo parte de la especie humana. No quiero formar parte, me siento diferente, casi anormal. De niña presentía ser un animal»-, pone nombre a los hombres a los que amó, los actores Jean-Louis Trigtinan y Sami Frey y el músico Serge Gainsbourg. Del resto, muy poco, y en el resto se incluyen sus tres primeros maridos, Roger Vadim, Jacques Charrier y Gunter Sachs. En 1992 se casó con Bernard d’Ormale, con quien vive y comparte amor por los animales: «Un hombre protector, autoritario, impaciente. A veces nos enfrentamos. No es un romántico con la cabeza en la Luna, sino alguien inteligente». «El amor, en abstracto, no significa nada si no está acompañado de una pasión. Amo el amor, quizá por eso fui infiel muchas veces».
Habla también de su ruptura con el cine «por la vacuidad de un mundo hecho de apariencias». «Di mi juventud y mi belleza a los hombres. He dado mi experiencia y lo mejor de mí a los animales. Esta justifica toda mi vida...». Asegura que si no hubiera sido así se habría suicidado. Su lucha contra el cáncer de mama también está presente.
Los párrafos más tristes tienen que ver con su hijo Nicolas: «El instinto maternal se aprende con el tiempo y una vida tranquila. Yo tuve una vida muy complicada. Y ese desgarro me ha perseguido siempre. Durante su infancia, mis relaciones con Nicolas fueron lamentables. Para él y para mí. Vive en Suecia, con su familia. Viene a verme una vez por año. Creo que ha terminado comprendiendo a esta madre rara que he sido».
En todo este tiempo, las arrugas se han instalado en su bella cara: «Recurrir a la cirugía para mantenerse joven me parece mortalmente triste; un rostro con arrugas cuenta una historia interior; si le quitas las arrugas la contradicción es evidente. La juventud es bella porque es auténtica, la falsa juventud es odiosa».
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