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Dudo que alguien rompa una lanza o cuelgue una pancarta en su balcón a favor del acercamiento del preso vasco Iñaki Urdangarin a casa... Es decir, a Suiza. Y sin embargo resulta evidente que, como dice el refrán, las penas (incluso las de cárcel) con ... pan son menos. Urdangarin es el único hombre en Brieva, una prisión de mujeres. Dicho así, suena casi a paraíso islámico. Pero la realidad es que va a ocupar un módulo para hombres que está completamente deshabitado. Él va a ser el famoso preso número 9 de la canción. Y el 8 y el 7, el 1 y el 2 porque, total, ahí no va a haber nadie más. Solo, completamente solo, Urdangarin no se va a tener que relacionar con nadie que no sean sus propios carceleros. A ese módulo se le llamaba el de los arrepentidos. Y no porque al contacto con la soledad más extrema el preso llegara a arrepentirse, sino por haber sido el lugar aislado y seguro al que el juez Garzón solía enviar a los delatores.

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