Una boda muy pop
El príncipe Harry y Meghan Markle protagonizaron ayer una opereta global y de enganche garantizado, con el negocio como objetivo final
Enrique Portocarrero
Domingo, 20 de mayo 2018, 00:36
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Enrique Portocarrero
Domingo, 20 de mayo 2018, 00:36
Las bodas reales se han convertido poco a poco en obras maestras de la mejor cultura pop, donde incluso la pompa y el esplendor se ponen al servicio de la telerrealidad, del cuento de hadas que fascina a las audiencias por su 'happy end' o ... del docudrama que satura y emociona sin distinción por género, raza o nacionalidad. Por eso mismo el cortejo y los novios de la boda de ayer en Windsor fueron ante todo la imagen serializada de una opereta global y de enganche garantizado, en la que hasta pudimos encontrar elementos narrativos de La Cenicienta -triunfa el amor, a pesar de algunos hermanastros malvados de la novia- o de La Bella Durmiente -el beso del Príncipe hace olvidar el mal sueño de un divorcio previo-.
Esta alusión a los iconos de Disney es tan pop-art como la repetición incesante de las imágenes de la boda o del archivo gráfico de los novios, todo lo cual convierte a sus protagonistas en celebridades al estilo warholiano o en objetos cotidianos cuya aparición permanente en los medios nos ofrece la esperanza de convertir democráticamente nuestra fama en arte, aunque sea solo efímera o de quince minutos. Pero el encaje de esta boda real en la cultura pop quedaría incompleto si no se evidenciara también esa claridad del negocio como objetivo final, a través de los ingresos de la boda, de sus royalties y sus audiencias, del merchandising o de esa cita tan pop y tan de Warhol según la cual el mejor arte es un buen negocio.
'Con faldas y a lo loco' no solo es una de las mejores películas de Billy Wilder o una de las grandes comedias cinematográficas de todos los tiempos, sino también una cinta que con su argumento de gángsters y travestismo constituyó un evidente desafío a las normas de género y a las aseveraciones morales de su época. '¡Soy un hombre!', gritaba Jack Lemmon vestido de mujer. '¡Nadie es perfecto!', le respondió Joseph Evans Brown en su papel de Osgood. La película fue estrenada en 1959 y en su nómina figuraban Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon. El travestismo de Curtis y Lemmon o las alusiones evidentes a la homosexualidad, a la misoginia y a la insensibilidad masculina contravenían el llamado Código Hays, la norma que dictaba los contenidos éticos y morales en el cine norteamericano. Naturalmente, ese mismo desafío a las convenciones o esa misma temática de género siguen estando tan vigentes hoy como el aprecio y el recuerdo de su calidad cómica entre las audiencias.
Tal es así que se acaba de anunciar también una versión musical para Broadway, cuyo estreno tendrá lugar en 2020. La producción será obra de la Shubert Organization, que compró los derechos a la Metro Goldwyn Mayer. La cinta ya tuvo una primera adaptación musical para Broadway en 1972, llegando a las 500 representaciones. Lo mismo sucedió en el West End londinense en 1992. Con semejantes antecedentes y con tan gran fundamento, lo lógico es que la nueva versión musical sea un éxito.
Está bien que Bilbao Art District plantee cambios tan grandilocuentes como el tránsito de una ciudad-escenario del consumo cultural a una ciudad eminentemente creadora o el más difícil de una internacionalización de Bilbao como referente en el nuevo concepto de la creación artística. Porque al menos este tipo de reflexiones debería sensibilizar sobre el enorme valor y el potencial cultural, social y económico que tiene la creación artística en la contemporaneidad. Ahora bien, entiéndase igualmente que eso de convertir a Bilbao en un ecosistema creador tan capaz de generar y mantener un floreciente y vanguardista tejido artístico como de transformarse en un referente internacional requiere de algo más que de ampulosidades discursivas. Es verdad que las tecnologías han difuminado el concepto territorial y han globalizado la producción y la distribución.
Pero las ciudades más potentes en el ámbito creativo siguen siendo las más fuertes en el consumo cultural, es decir, las que cuentan con más galerías, más museos, más ferias y bienales, más turismo y hasta más mercado del arte. Véanse los casos de Berlín, París, Londres, Nueva York, Miami o incluso los de Hong Kong, Sao Paulo, Singapur, Pekín o Estambul. Que en Bilbao hay un enorme talento creador es tan indiscutible como que la endeblez del mercado artístico y la desprotección de las galerías vascas no hacen sino producir la salida o la emigración de ese mismo talento.
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