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A. Mateos
Jueves, 15 de junio 2023, 09:13
El mundo empresarial del famoso chef vasco Karlos Arguiñano 'atrapó' hace un tiempo a la única hija que le quedaba fuera de los negocios, Amaia. Ella estudió en Mondragón Ingeniería Técnica Mecánica y realizó un grado superior de Ingeniería Industrial, pero nunca quiso dedicarse a la hostelería. Después de siete años en el motociclismo, ahora ha vuelto a 'casa'. Dirige desde hace un tiempo la bodega familiar que su padre tiene en Aia (Gipuzkoa) y es la responsable de la expansión de la marca de txakolis 'K5'.
Amaia es la benjamina de la familia Arguiñano-Ameztoy. Eneko, María, Zigor y Martín están plenamente integrados en el restaurante y hotel que posee la familia en Zarautz, y Joseba está llamado a ser el sustituto de su padre en televisión. Ya comparte plató con él en Antena 3 y no lo hace nada mal. Charly, junto a Amaia, fue el primero que abandonó el mundo gastronómico para dedicarse a la fotografía.
Para Karlos Arguiñano, la familia es muy importante. Hace unos meses hablaba en la revista ¡Hola! sobre los negocios y se deshacía en elogios hacia Amaia, por su afán de superación. «Es la única que sabe leer y escribir en la familia», confesaba entre risas. Fue la primera y última de sus hermanos en ir a la universidad, y no contenta con sus estudios en Ingeniería, también se formó en la actividad vitivinícola, en la Universidad de la Rioja, antes de dirigir la bodega K5.
El proceso de adaptación de Amaia a su nueva vida no ha sido fácil. Si durante siete años se ha dedicado a analizar el paso por curva de los mejores pilotos del mundo, calculando las décimas de segundo que perdían en una frenada, ahora trata de sacar el máximo partido a la uva local -Hondarribi zuri-. De la bodega que dirige salen 80.000 botellas al año, aproximadamente. Hasta ahora tenían dos botellas de txakoli, el K5 y el Pilota. Pero desde hace poco han incorporado el Kaiaren, que ya ha sido premiado con la medalla de oro del Decanter World Wine Awards 2023.
Sobre este nuevo producto, la empresa destaca su «gran particularidad» de mantener un «largo tiempo de crianza -48 meses sobre sus propias lías y 24 meses en botella-, que junto con la acidez tan característica de la variedad permite que sea un vino con gran potencial de evolución en botella».
Hace ya 18 años que Karlos Arguiñano fundó con un grupo de amigos la bodega K5, que ahora dirige su hija pequeña, Amaia con Andrea Vargas, y Lauren Rosillo en el equipo de enología. Durante este tiempo han ido dando pasos para diseñar txakolis con carácter que representen la zona vitivinícola de Aia (Gipuzkoa), donde poseen 15 hectáreas de viñedo y otras quince de bosque. En una entrevista reciente, Amaia destacó la importancia de combinar «la calidad» con el producto local: «Todo lo que elaboramos es con nuestra propia uva, no compramos nada».
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