Viaje a los límites de la sonoridad
claves de jazz ·
claves de jazz ·
Lo relativo del tiempo puede llegar a ser crucial en un arte tan ligado al transcurso de notas y compases como la música. Sin la dimensión temporal no existe, aunque la espacial es otra baza importante. Se habla de distancia, de cercanía, de conexión o ... de proximidad e incluso de comunión entre músicos y público. En el caso de quienes suman las siglas CMS la longitud de su relación es algo tan lejano de los centímetros como los kilómetros. Y han tirado millas durante quince años y cuatro álbumes, con una calidad y una calidez que cosecharon en el teatro palmas más ardientes que las del trópico.
Publicidad
Con un nivel impresionante, sí, pero en este trío no hay que dejar de considerar que sus integrantes se conocen entre sí más que algunos amigos y mucho más que bastantes amantes. Y, aún así, son capaces de hacerse pequeños guiños o sorprenderse dentro de una constante atención mutua y una dedicación total a la construcción de música. Ya sea un danzón o una balada, un Coltrane pasado por la bulería, la revisión de un Cole Porter o el aire gozoso de un 'Apocalypso' que haría sonreír a Sonny Rollins, la fuerza rítmica de Colina y Miralta engancha al oyente. Mientras, Sambeat luce bop o melodías con su personal sonido de saxo alto.
El contrabajista también aporta juegos melódicos, glisandos o armónicos que salpimentan una ejecución contagiosa. Como las manos, baquetas, mazos o escobillas de Miralta, quien es capaz de lanzar trallazos de energía a lo Tony Williams o impactos a lo Bonzo (que en batería no significa la del monje, sino más bien la de la ballena y el zepelín). Grandes para un enorme concierto, con una presión sonora que permitía gozar del jazz.
En el polo opuesto, el sonido de Kathrine Winfeld y su sexteto se veía lastrado por la acústica realmente lamentable de la plaza de toros. Dudo de que el antes omnipresente Iñaki Añúa hubiera pasado por semejante aro. Los arreglos de big band carecían de fuerza y se confundían en una maraña de vientos sin peso, casi como un altavoz de móvil. Sonaba mejor cuando la lideresa hacía gala de su gusto al piano en tempos medios. Una verdadera pena, porque tanto los arreglos como las composiciones merecían mucho más y los músicos poseían tanto técnica como intención. Aquí es donde la barrera del sonido en cuanto a esos noventa y pico decibelios resulta una rémora para la música en el coso.
Publicidad
O tal vez no. Desde luego, el quinteto encabezado por Mosés P. Sanchez sonó con mucha más calidad y matices. Se trata de una propuesta en la que las sonoridades poseen una importancia muy grande, con las atmósferas y los ambientes en un destacado lugar. La pasión por los detalles se perdía un poco, no obstante, en algunas intervenciones de la vocalista, que resultaban difíciles de escuchar con nitidez. En lo musical, un alto nivel jazzístico contemporáneo que merecía mejor sonido. Alguien debería sonrojarse.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.