Les costará encontrar sus composiciones en Spotify. Ni siquiera tecleando su nombre en un buscador web se encuentran referencias biográficas fácilmente, ya que coincide con el de la célebre actriz de 'El último tango en París'. El caso es que Maria Schneider (1960, Windom, Minnesota) ... es seguramente la compositora, arreglista y directora de big band más reconocida en lo que va de siglo y la protagonista de una de las actuaciones más esperadas del Festival de Jazz de Vitoria, donde ya actuó hace 15 años.
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La ganadora de siete premios Grammy regresa a la capital alavesa este miércoles 5 de junio al polideportivo de Mendizorroza y al mando de la Oslo Jazz Ensemble para presentar su trabajo 'Data Lords'. La jornada allí la abre Baldo Martínz en el estreno de 'Música imaginaria' con un sexteto. Curtida en sus inicios como colaboradora de Gil Evans y Bob Brookmeyer en los años ochenta y noventa, aquella labor le llevó a tener más claro aún que quería portar la batuta ella misma y no andar a la sombra de nadie.
Con su último álbum, la creadora estadounidense se ha hecho con sus dos últimas estatuillas de bronce. La visión crítica y su enfado con las grandes compañías tecnológicas que comercializan los datos de los usuarios inspiran los compases. «Responde a mi preocupación por el 'big data'», asegura. Como ella misma repite, no le interesa que su música se escuche de forma gratuita en grandes plataformas de 'streaming' –en la propia Spotify o Apple Music– y lamenta las «escasas retribuciones» que reciben los músicos de ellas. A contracorriente, ella lanza sus trabajos a través de una plataforma de mecenazgo llamada ArtistShare.
– ¿Cuáles son sus primeros recuerdos sobre un escenario?
– Fueron recitales de piano de mi infancia. Años después, cuando subí al escenario del Carnegie Hall (una de las grandes salas de conciertos de Manhattan), recuerdo que pensé: ¡Esto no es muy diferente a subir al escenario para mi primer recital a los 6 años!». Es solo un nivel diferente, pero la sensación relativa es la misma.
– ¿De dónde le viene el interés por la música?
– Mi primera profesora de piano, Evelyn Butler, se mudó a mi pequeño pueblo de la Minnesota rural a raíz de una tragedia personal, donde perdió a toda su familia excepto a una hija que se había casado con un hombre de Windom. Había sido una fabulosa pianista de jazz y clásica en Chicago, y sólo la desesperación la trajo a Windom. La oí tocar en una fiesta que dieron mis padres, y tocaba con tanta alegría y exuberancia que desde ese momento, quise ser como ella. Entonces yo solo tenía cinco años.
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15 años desde su última actuación en Vitoria
Fue en la 32ª edición cuando Maria Schneider se subió por última vez al escenario del polideportivo Mendizorroza. En aquella ocasión con su propia Big Band en una velada llamada 'Women in jazz'. Compartía cartel con la cantante Cassandra Wilson. La crítica resalta de la estadounidense que, al igual que los más grandes, sabe dirigir y dar libertad a sus músicos para que brillen.
– En las giras los compromisos se multiplica, desde viajes hasta entrevistas con los medios. ¿Qué hace con el tiempo libre que le queda?
– La verdad es que rara vez queda tiempo libre, pero si lo hay, me encanta explorar ciudades, visitar un museo o, si puedo conectar con algunos observadores de aves locales, me encanta ir a observar aves para ver nuevas especies en nuevos hábitats.
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«Trabajo duro»
– De hecho, forma parte del comité directivo de uno de los observatorios ornitológicos más importantes del mundo. Incluso canciones como 'Cerulean Skies' (2008), ganadora del premio a mejor composición instrumental, se inspira en el canto. ¿De dónde viene esa fascinación por las aves?
– Me enamoré de los pájaros a la misma edad que de la música. Un pájaro de una especie único había chocado contra nuestra ventana, y lo guardé en una bolsa en el congelador durante mucho tiempo. Si la señora Butler no se hubiera trasladado a Windom, no me cabe duda de que habría acabado estudiando ornitología. Sigue siendo lo que más me centra y tranquiliza en mi vida, incluso más que subirme a un escenario y hacer música.
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Miércoles, 5 de julio
En el pabellón de Mendizorroza
A las 20.30 horas. Se inicia con el concierto de Baldo Martínez Sexteto, que estrenan 'Música imaginaria'. Como cabeza de jornada Maria Schneider & Oslo Jazz Ensemble.
Precio
30 euros entrada de día. 150 euros (abono numerado para ver todas las actuaciones en Mendi) y 105 (no numerado).
– Muchos creadores dicen que nada que merezca la pena puede hacerse con prisas y sin dedicación. ¿Es aplicable a su trabajo?
– Yo creo que sí. Trabajo incansablemente en cada pieza que escribo. Quizá para algunas personas sea más fácil. En mi caso, he trabajado muy duro para todo lo que he conseguido en la vida.
– Cuando se encuentra en el escenario, ¿consigue olvidar los problemas?
– Claro, interpretar me lleva a un lugar muy presente, donde solo importa la expresión de la música. Mi deseo es que eso le ocurra también al público. No quiero que la gente se siente a examinar la música, quiero que se pierda en ella. La música es un arte curativo, y si no puedes llevar a la gente al lugar de perderse en la música, entonces probablemente no puedas llegar a la parte 'curativa'.
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– Hoy en día es extraño escuchar un disco desde la primera canción hasta la última, a menos que el oyente sea un profesional de la música o esté relacionado. ¿Le preocupa que hayamos perdido esa capacidad de atención?
– Absolutamente. Hay un sinfín de cosas que me preocupa que estemos perdiendo. Sobre todo, hemos perdido la capacidad de saborear el espacio y el silencio. La gente recurre a mirar su móvil para consultar mensajes o notificaciones en cuanto tiene un momento libre. Si la gente no puede enfrentarse a la incomodidad del silencio y el vacío, su mente se llena de pensamientos o motivaciones de otro tipo. Ya nadie necesita desafiarse a sí mismo. Se necesita espacio para pensar, soñar, imaginar y reflexionar. También creo que esto puede conducir a la depresión, porque la imaginación engendra creatividad, y la creatividad hace que los seres humanos se sientan vivos.
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«Me encantan los pueblecitos de Álava»
– ¿Cuál ha sido el concierto más extraño en el que ha participado? ¿Y el más emotivo?
– El concierto más extraño fue probablemente actuar en Groenlandia, ya que fue en un lugar increíblemente remoto. El concierto más emotivo fue tocar en mi ciudad natal, Windom, Minnesota, en 2002. Gran parte de mi música es autobiográfica, con referencias a lugares y personas de Windom. Tocar mi música con mi maravillosa banda para esas personas de mi pasado que inspiraron gran parte de ella fue profundamente conmovedor. Lloré mucho durante ese concierto.
– Si le preguntan de qué trata su música y su último álbum, 'Data Lords', ¿qué dice?
–Mi música es un barómetro de mi vida: mis experiencias, mis pensamientos. Gran parte de la música que estamos tocando en España responde a mi preocupación por el 'big data' y lo que está haciendo con nuestro mundo y con nosotros. Creo que es un tema que debería preocuparnos seriamente a todos. La música no sólo refleja el lado oscuro, sino que también es expresiva del lado de la vida en el que nos apartamos intencionadamente de su influencia y volvemos a conectar con el silencio, la naturaleza, el arte y la humanidad.
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– ¿Conoce el País Vasco? En Vitoria actuó en 2008 en el Ferstival de Jazz, al que regresa.
– He estado en el País Vasco varias veces y me encanta. Toqué por primera vez en Vitoria en los años 90 con un grupo de Suecia. Fue la primera vez y me enamoré de la ciudad y de toda la zona. Me encanta el campo y cómo todos los pueblecitos conservan tanta historia. Es único y precioso, ¡por no mencionar que la comida y el vino son fabulosos!
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