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La guinda del festival tuvo cinco sabores. Para cerrar la velada y la 46 edición, la propuesta de Silvia Pérez Cruz se presentó ante la audiencia, que ocupaba –por fin– prácticamente todas las gradas del pabellón vitoriano. Una versátil 'frontwoman' -que también tocó la guitarra ... o el saxo tenor- para una formación no menos capaz de dar diferentes atmósferas y texturas sonoras desgranó diversos temas de su álbum 'Toda la vida, un día'.Junto a Carlos Monfort (violines, trompeta, batería), Marta Roma (violonchelo, trompeta) y Bori Albero (contrabajo, teclados), la vocalista y compositora hizo sonar los cinco colores en los que su disco plasma las diferentes etapas de la trayectoria vital de una persona.
En consonancia con el amarillo de la infancia, el azul de la juventud, el verde de la madurez, el negro de la vejez o el rojo del renacimiento, hubo sendas atmósferas y toda una panorámica de ambientes sonoros. Pérez Cruz cantó a capella, acompañada por cuerdas, con un entorno de electrónica y también hablo del proyecto y de las canciones. Desde la sensibilidad de una nana a la intensidad que apunta al flamenco y hasta con la melancolía que podía recordar al fado, sin olvidar los dejes árabes envueltos en percusión, enmarcado todo en una mirada poética.
Una propuesta muy personal. Y que buscaba la cercanía y hasta la sanación con canciones firmadas por Pérez Cruz. Dentro del repertorio, tan sólo 'Ayuda' era un tema que no había compuesto la catalana, que empleó tanto el castellano como el catalán en las letras, con títulos como 'La Flor', 'Els dracs busquen l'abril', 'Aterrados' (también en versión coro), 'Sin', 'Sucio', 'El poeta es un fingidor', 'Tots els finals del món', 'Estrelas e raiz', 'Salir distinto' o el que da título al disco, entre otros. Pero como recordó la artista, fueron interpretados por cuatro músicos y en el álbum hay unos 90.
La gente aplaudió, cantó y, en general, disfrutó. Aunque algunos aficionados más jazzeros no le veían mucho lugar a la propuesta dentro de un festival del género. Pero siempre ha habido mezclas y cruce sonoros en los carteles de Mendizorroza.
Ha sido un festival donde se han podido vivir muchas cosas. Y casi todas ellas, buenas. Incluso estupendas.
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