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Las gradas de Mendizorroza estaban ya llenas de fieles. Bueno, algo más de la mitad del aforo. La congregación se había reunido y los pecadores jazzeros y los virtuosos seguidores del gospel estaban unidos por la fe en la música. La líder de la agrupación, ... Leanne Faine, saludó con simpatía, presentó a las voces de Trunita Robinson, Antoinette Linton, Myia Simmons y Tyrone Block, así como al pianista Christopher Randle, que lucía un curioso peinado de trencitas rubio platino, como un Stevie Wonder posmoderno.
Arrancaba con ritmo el primer concierto de esta 42 edición del Festival de Jazz de Vitoria, en el que se derramaron bendiciones entre alabanzas al Señor, ráfagas de blues encerradas entre compases gospeleros y juegos de dinámicas e intensidades manejados con maestría por la formación de Chicago. Temas clásicos como 'Jesus On The Mainline' — «si quieres salvar tu alma, dile lo que quieres»—, 'So Good' o 'I'll Take You There' fueron perfectos canales para vincular la fe de los parroquianos con el mensaje de los artistas.
La líder de la agrupación repitió que tiene 78 años y una energía mucho mayor que la de sus compañeros más jóvenes, así que llegado el momento se dispuso a cantar el espiritual 'Precious Lord' a capella. La Palabra se hizo voz y caminó entre los fieles. Vamos, que Leanne se paseó ante la primera fila de espectadores y llenó de sentimiento el concierto. Claro está que si, aparte de prometer cosas —como la Salvación— se besa a unos cuantos niños, se corre el riesgo de que le tomen a una por un político en campaña. Afortunadamente, el poso de verdad de Leanne es demasiado fuerte. Tanto como para enlazar eso espiritual con un blues, con más ritmo, como 'The Lord Will Make a Way', la prueba evidente de que el gospel y el género más pagano son más hermanos que otra cosa.
Por supuesto, los asistentes tuvieron lo que demandaba su fe. Desde los intercambios como solistas de las diferentes voces —con un notable juego lírico cantando, y rítmico con la pandereta, por parte de Robinson— hasta las repeticiones sin fin de los coros para envolver a la parroquia en una suerte de mantra, sin olvidar los juegos de 'call & response' que tanto se estilan en los cánticos de este género como entre los instrumentistas de jazz y blues. No hubo, sin embargo, tantos gritos de 'aleluyas' ni tampoco demasiada insistencia en eso de que la gente diera palmas. Sobre todo, porque aplaudía con ganas, con corazón y sin resistencia alguna. No digamos ya cómo se comportaron los fieles en las auténticas tormentas de gospel que se llaman 'Amen' y 'Oh Happy Day'. Gloria bendita.
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