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Se dice que los músicos de jazz en escena se muestran como son. En el caso de Ariel Brínguez, el torrente de energía que despliega ... en directo y, a la vez, ese acomodo reflexivo se siente también en una conversación. El saxofonista cubano, afincado en Madrid desde hace 15 años, tiene varias imágenes grabadas que explican que quisiera dedicarse al mundo de la actuación. «Recuerdo a mi abuelo tocándole un bolero a mi abuela con los ojos llorosos y la gente disfrutando de todo ese enamoramiento», explica el saxofonista que actúa en Mendizorroza este sábado.
Brínguez, que conoce bien la capital alavesa, se deshace en elogios al Dazz, el club de la calle Cuchillería que se ha convertido en un punto de referencia nacional dentro del circuito jazzístico. Y tilda de «privilegio» participar en el festival. «Otros años he estado con bandas más pequeñas o directamente he ido a escuchar». Su actuación en el polideportivo (20.30 horas, 40 euros) es la antesala de la primera visita de Silvia Pérez Cruz en una cita para la que se espera la mejor entrada del certamen. Brínguez llega con un quinteto: le acompañan sobre el escenario el guitarrista Javier Sánchez, el pianista Pablo Gutiérrez, el contrabajista Darío Guibert y el batería Federico Marini,
- La carta de presentación es 'Nostalgia Cubana' que bebe de la música que escuchaba en casa de crío. ¿Es este su proyecto más personal?
- A todos los proyectos que tengo intento imprimirles mucho de mi concepción musical. Pero concretamente, desde donde más puedo conectar con el público, con las personas, es desde lo que soy...'Nostalgia Cubana' viene a ser como una sinopsis, un resumen de todo eso que mamé en casa cuando era pequeño. Me crié entre boleros y canciones de jazz. Está diseñado a través de las memorias, de lo que he vivido con la influencia de mi abuelo, que fue un gran saxofonista y un gran director de orquesta. Mi padre, que era marino mercante, pero tocaba el piano y había estudiado música y sabía un montón de canciones de los años 50, de los 40. De las descargas de jazz por casa. Por casa pasaban un montón de músicos de Santa Clara, gente que no eran profesionales de la música, pero eran supermusicales.
- No opta por los estilos y ritmos cubanos que generalmente más escuchamos.
- Es que hay un lado de Cuba que es bastante conocido y exuberante de música que por momentos puede ser hasta invasiva. Ese lado se ha divulgado muchísimo y es maravilloso que exista porque es un fuente de energía total. Pero hay un lado de Cuba que es más intimista, que para escucharlo, para sentirlo, tienes que acercarte, en este caso como un susurro.
El concierto. Hoy, en Mendizorroza (20.30 horas, 40 euros). Abre Brínguez. Le sigue Silvia Pérez.
Repertorio. Presentación de 'Nostalgia Cubana'
-Y es lo que trae a Vitoria.
- Hemos hecho un disco siguiendo esa línea para mostrar esa Cuba y está hecho desde la melodía. Recrea las maneras de Ernesto Lecuona, de Bola de Nieve, de José Antonio Méndez, de César Portillo de la Luz, de la manera en que cantaba Elena Burke, la manera en que cantaba Omara Portuondo o los discos de boleros de Pablo Milanés. A su vez con el sonido un poco de la Cuba de los 50, de los 40, que para mí es una Cuba internacional. Dejó de ser música cubana para convertirse en música del mundo.
- Menciona a Omara Portuondo, a quien tuvimos oportunidad de ver en el Festival de Jazz hace cuatro años. También a Pablo Milanés. ¿Ha trabajado con ellos?
- Estuve en un proyecto con un saxofonista norteamericano que se llama David Murray, que hizo un disco que se llamaba 'Nat King Cole en Español' y la invitada especial era Omara. Estuvimos de gira, para alegría de mi alma y mi corazón. La pude sentir un montón de días, y compartir con ella el camerino, sentirla y escucharla fue fabuloso.
- ¿Y con Milanés?
- Con Pablo Milanés no tuve la oportunidad de tocar nunca, pero me pasó una cosa muy bonita con mi primer disco, un disco que hice en Cuba, 'Raíces en colores'. Al saxofonista mítico de Milanés, que se llama Germán Velasco, me lo encontré en un aeropuerto junto a la banda entera en el aeropuerto. Yo entonces había terminado la primera mezcla de ese primer álbum y había grabado una canción que se llama 'Ámame como soy', que me encanta, y se la hice escuchar. Pablo se puso los auriculares y lo escuchó con los ojos cerrados. Fue muy bonito, la banda entera se mantuvo en silencio, y luego me dio la mano y me dijo maravilloso. Me invitó a que hiciéramos descargas en su casa, me invitó, pero después no se dio. Para mí fue un regalo de la vida.
- Esa anécdota en un avión resulta casi onírica.
- Totalmente, sí, sí.
- En casa tocaban instrumentos tocaban su abuelo y su padre. ¿Cuándo empieza a estudiar música?
- Yo empecé a con mi abuelo a estudiar solfeo con seis años y después, con diez año, jugaba un poquito con el piano. Después empecé con el saxofón. Primero estuve en la Escuela Vocacional de Arte de Santa Clara y a los trece años me trasladé a la Escuela Nacional de Arte y más tarde hice el nivel superior. Eso son las cosas más académicas, pero realmente lo más interesante pasaba en casa, con las descargas, la sesión de boleros ahí con botellas de ron hasta el infinito y más allá. Mis tíos, todos sus amigos ahí tocando, y yo empapándome de eso, viendo cómo ellos fluían, viendo a gente que no se dedicaba a la música, pero que tocaba con un rigor y una conexión con la música asombrosa. Eso me marcó porque hacía que la música hablara a través de ellos.
- Lleva 15 años en España. ¿Cómo lleva la nostalgia?
- Para mí 'Nostalgia cubana' es un punto de reflexión desde vivir en España y mirar a Cuba. Me preguntaba en un sitio tan cosmopolita como Madrid, ¿qué puedo brindar que sea verdaderamente genuino? Fue cuando empecé a mirar de dónde venía. Los músicos de la escena madrileña, que es a la que pertenezco, me han abierto los brazos todo el tiempo desde ese momento. De España no te puedo decir nada negativo, yo aquí lo único que he hecho es crecer. Yo he evolucionado como ser humano y nunca me he sentido abiertamente extranjero ni de fuera.
- Ha dicho que redescubre a Cuba en la distancia y que su patria es la infancia.
- En general Cuba aboga por la alegría, por la sonrisa, por la celebración. He entendido que es una manera también de reconducir o de sufrir la realidad y la adversidad, las situaciones políticas y económicas de toda índole que se vive. Pero Cuba, quizás por el sol, por la idiosincrasia, por la mezcla de regiones, tiene una alegría y afán de celebración. Mi infancia está marcada por eso. Vengo de una familia que anda cultivando ahí la alegría de vivir a pesar de las adversidades y que si hay tristeza, lo que hacen es sacar reflexión de la tristeza. Al final en la música vamos a interpretar y reproducir lo que somos. Es un pedazo de espejo que te dice quién tú eres a unos niveles mucho más profundos de lo que puedes percibir desde un plano consciente. Mi madre es la persona más positiva que he encontrado en el planeta y entonces yo miro todo con esperanza. Las tristezas y los dramas me duran poco en el cuerpo.
- ¿Cómo era esa Santa Clara dónde creció?
- Vengo de un barrio marginal, un barrio denso, donde había broncas. La selección natural es bastante potente. En su día no me di cuenta. Pero de pequeño tuve que aprender un arte marcial porque podía haber bronca y tenías que estar preparado. Luego llega la música y te aduce y sales de esa violencia. Afortunadamente en casa había mucho amor.
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