Festival de Jazz de Vitoria
Luces, imperfecciones y sombras de Clara PeyaFestival de Jazz de Vitoria
Luces, imperfecciones y sombras de Clara PeyaPor la mañana, unas horas antes de su actuación, la pianista Clara Peya contaba una anécdota para no llevar a engaños. Sí, es cierto que se formó durante años en el conservatorio ruso Rimsky Korsakov de San Petersburgo (Rusia). Hasta que un día dijo que no podía más. «Llamé a mi madre diciéndole que le echaba de menos», recordaba en un encuentro en el ciclo de charlas que se celebra en Hibridalab llamado 'Jazz for innovation', patrocinado por EL CORREO. Tras dejar de lado la formación clásica se apuntó a cursar jazz en el Taller de Músics.
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Pero tampoco ahí, en los parámetros del género surgido en Nueva Orleans, se sentía demasiado cómoda. «Gracias al Festival de Jazz de Vitoria por contar con nosotras. Aunque es poco jazzístico nuestro caso», reconocía la creadora catalana este jueves a las siete menos diez, en el final del concierto en el Teatro Principal entre vítores. La hora y cuarto anterior del directo dio fe de ello. Pero pareció no importar demasiado en un patio de butacas aborratado en el que bajó algo la edad media debido al tirón de la artista catalana.
Su último álbum 'Corsé' se mueve más bien entre el pop y la electrónica, y cuenta con voces tan diferentes como la de Leo Rizzi ('Sota les dents'), Salvador Sobral ('Alta traïció'), Silvia Pérez Cruz ('Nana para mí'), Albert Pla ('Maldita mi imagen') o Maren ('Vientre seco'). ¿Cómo se trasladó al directo? Con las voces de la mallorquina Aina Zanoguera y la argentina Carmen Aciar, que reinterpretaron de una forma brillante esos temas grabados. Así como el acompañamiento del batería Dídac Fernández y el teclista Adrián González, también al pie del cañón del looper y sintetizadores.
Con una ambientación sonora y un juego de luces que evocaba por momentos a Maria Arnal i Marcel Bagés o Bronquio con Rocío Márquez, el piano de Peya servía de hilo conductor en un directo en el que no tardó en mostrarse reivindicativa. A los quince minutos hizo una pausa y cogió el micrófono para denunciar y «condenar de forma radical el genocidio en Gaza». Presentó su álbum como una defensa de la «imperfección»y la «frustración que nos genera no estar a la altura de las expectativas y de los mandatos que nos imponen y nos imponemos».
También se quitó el corsé en el tercer tema. Su defensa de lo imperfecto contrastaba con la potente puesta en escena. Cabe recordar que Peya es también codirectora de la compañía escénica Les Impuxibles. Por ello todo estaba medido, desde esa oscuridad del inicio pasadas las cinco y media a las luces que empezaron a tomar diferentes colores. También había una coreografía en escena. El estruendo a piano y teclado de 'Vientre seco' o el parpadeo de luces en señal de alarma de 'Alta traïció' reforzó el show de una artista que es puro magnetismo. Para el cierre, 'Nana para mí', un lamento con destellos entre las blancas y negras en el Zanoguera se reivindicó como una artista a seguir mientras Peya cantaba bajito. Ayer, por el fortísimo 'bravo' que se escuchó y los aplausos, convenció con su propuesta. La gran duda que sobrevuela es si se ajustaba al 'corsé' del festival vitoriano.
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