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Por fin. La prueba de que el jazz tiene presente y futuro se materializó en la capital alavesa. Un gran concierto de Makaya McCraven dio paso en la noche del sábado a la gran figura, la gran esperanza, la gran voz del jazz, ... el sumo sacerdote del género... o lo que quieran llamar al gran músico Kamasi Washington. Autor de extensos álbumes y de grandes piezas de música contemporánea, une la improvisación jazzística con sonoridades que pueden tener una base setentera o estar emparentadas con el funk y el soul. Lo que hace, en definitiva, este enorme músico californiano es jazz. Pero del siglo XXI.
Dos músicos de Vitoria, los hermanos Plágaro, explicaban que habían tenido la oportunidad de conocer a Kamasi y a su banda, todos unos músicos con personalidades muy diversas. El bajista Miles Mosley, por ejemplo, parecía un comando de ciencia ficción, con protección en el brazo derecho, chaleco táctico y boina militar. Cada uno lleva sus pintas, como si fueran unos Vengadores cool del jazz, desde la incansable bailarina y cantante Patrice Quinn al trombón Ryan Porter o a Ronald Bruner y Tony Austin (baterías, ambos con sus gafas oscuras de aviador).
El líder, a quien le gusta lucir fabulosos anillos de gran tamaño, así como colgantes, eligió para el concierto uno de esos grandes ropajes tan de su estilo, en tonalidad ocre. Al salir a escena, pregunto a los asistentes si se querían divertir. Además de la respuesta afirmativa, una voz femenina le gritó «I love you» y él respondió que también le quería a ella. Y sonó 'Tiffakonkae', donde el saxo tenor se mete en esos crescendos que desembocan en un climax que recuerda mucho en concepción musical a la del maestro John Coltrane en algunos momentos.
Después, su padre Rickey Washington sale a tocar con el saxo soprano y con la flauta en 'Malcolm's Theme'. La vocalista, con sentida gestualidad subraya su amor por el «hermano Malcolm» y completa la interpretación con lenguaje corporal y escénico. O, tal vez. espiritual.
Mosley se marca un solo de bajo con wah wah y con arco, para darle una sonoridad clásica, pero no tanto en el jazz como en el funk. Suena cañero y distorsionado, mientras la cantante baila con un 'air bass'.
Llega una pieza del teclista «realmente bella», 'Giant Feelings'. Escrita por Brandon Coleman, le da pie a Kamasi a dar las gracias por poder tener en escena a músicos de ese talento. Brandon también canta y mete un teclado wah setentero mientras los vientos marcan sus riffs en una gran masa de aires funk poderosos. Un eléctrico solo pone el calor a tope, tan intenso y dramático como salvaje, emoción saturada casi hendrixiana, para luego ir a por tonalidades más 'espaciales' casi de theremin o de láseres.
Después Kamasi explica que la diversidad en este planeta es algo que ha de ser celebrada y vuelve a cantar Brandon. El concierto es fácil de escuchar, pero tiene muchas capas de registros musicales. Una gozada para el aficionado y para su acompañante con menor trayectoria jazzera.
Luego, los músicos paran . Y Kamasi arranca solo con el tenor una melodía muy en la onda de Sonny Rollins, con su sabor caribeño. Y asciende hasta una intensidad apoteósica. Ese juego de intensidades y dinámicas está muy presente en toda la música de Kamasi Washington, que desde luego no resulta plana en ningún momento.
Más tarde, un solo de dos baterías, o una conversación, como los llama Kamasi, permite explayarse a sus anchas a los dos intérpretes con las baquetas, Ronald Bruner y Tony Austin. Ambos, intensos y llenos de ritmo y explosiones sonoras en sus baterías. Para alguno, «demasiados tambores sin receta».
'Space Traveler' deja un enorme sabor de boca, con una banda en total dedicación a la música jazzística. Desemboca todo en el gran 'Fists of Fury'. Patrice Quinn advierte que «nuestro tiempo como víctimas ha terminado, ya no vamos a pedir más justicia, sino nuestra retribución». Y más de un oyente lo suscribió.
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