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Algunos aficionados se sintieron descolocados al escuchar el concierto del Principal sin una mención al fallecimiento del exdirector del Festival de Vitoria Iñaki Añúa. Pero el recuerdo se llevó a cabo en Mendizorroza. Allí subió al escenario Javier Añúa, hermano del finado, junto al ... presidente del ciclo, Íñigo Zárate. Éste dio la bienvenida a una 45 edición de «sensaciones agridulces, volvemos al pabellón, recuperamos el festival y despedimos al alma mater del festival».
El mayor de los Añúa vaticinó que el impulsor del ciclo estraría junto a Sarah Vaughan, Ella Fitgerald y otros que le esperaban «para hacer una big band. El festival sigue, queremos que vuelva a ser importante, viva y que vosotros les acompañéis», resumió ante un polideportivo con escaso público, que no cubría ni la media entrada en ese momento. Y sonó Louis Armstrong, en un aplaudido homenaje.
Luego, con un fondo de escenario novedoso, de inspiración pianística y rematado con neones de color fucsia junto al logo del ciclo, entró el septeto de Giulia Valle. La música envolvía al público, con una propuesta de indudable interés, que fue dedicada a Iñaki Añúa por Valle. Presentó al pianista Roger Mas, «gran compañero de vida y de música», al trompeta Riccardo Pittau, al trombón Vicent Pérez o «a mi aliado de años», el saxo tenor y soprano Martí Serra. Además, introdujo a los más jóvenes, el saxo alto y flauta Frankie Ramos y el batería Adriá Claramunt.
Tal y como anunció la lideresa, plantearon el repertorio «de un tirón». Vientos bien empastados, un piano sólido con toques de lirismo en ocasiones y una base rítmica detallista pusieron en primer lugar la música. Con ganas –la propia Valle recordaba que era su primer concierto en tiempo– y con gusto, desgranaron un 'set list' donde el concepto de bloque –en el mejor sentido– era la base para llevar a los oídos del público las diversas piezas del grupo encabezado por una instrumentista que alternó en algunos temas el contrabajo con un Vigier eléctrico de cuatro cuerdas. Un gran arranque.
Así, con un septeto entregado y bien conectado, se pudo disfrutar de piezas como 'Aurora', 'Ratón Ibérico', 'Trance', 'Tres cuatro', 'Clave Baloo' –con una referencia a un amigo especial de Valle– o el final, 'Grec'. Giulia Valle y su septeto llegaron a escena con hambre de directo, y eso se notó mucho.
Después, la pianista y cantante Eliane Elias, el bajista Marc Johnson y el baterista Tiago Michelin abrieron con nivel y entusiasmo un set que contó con la complicidad del público desde el inicio. Con esa mezcla de jazz y detalles brasileños, como en el popular 'Acuarela', donde cantó, o la pieza inicial de Jobim, la artista se metió en el bolsillo al respetable. Y ya no lo soltó.
Pero la forma de agarrar a los asistentes, que seguían siendo menos de la mitad del aforo cuando empezó la segunda parte, no fue tan jazzística como popular. La versión de 'Esta tarde vi llover' que grabó Elias con Chucho Valdés mantuvieron ese enganche a través de conocidas melodías donde los arreglos ponían un nivel de categoría que, lamentablemente con tal plantel de músicos, se quedaba en lo fácil de escuchar. También sonó la conocida 'Corazón partío' de Alejandro Sanz, cuyo flechazo recordaba la pianista en el marco de una boutique donde por seguir oyéndola casi se compra un guardarropa nuevo al completo.
Vamos, que hubo mucho tema popular y folklore brasileño, muy bien tocado pero con el jazz en segunado plano. Incluso el deje se mantuvo a través de algunas composiciones de la jefa de filas, poco arriesgadas en su planteamiento ante la audiencia vitoriana.
Por ejemplo, un 'Desafinado' con una larga introducción al piano o esa 'A Felicidad' donde lo más granado fue el solo de un siempre estupendo Marc Johnson . De hecho, con los mismos músicos, pero con el contrabajista como líder, se habría planteado una propuesta bastante más interesante para el aficionado al jazz.
Es de suponer que entre los asistentes había mucho incondicional de lo latino jazzeado. Al menos, los aplausos así lo atestiguaban, Todo, incluso lo mejor, ha de tener una medida. Pero a veces no hay sentido de la proporción y la cosa se va de 'mainstream' aunque se toque muy bien, con un nivel de categoría muy alta.
En este sentido, el tercer integrante de la formación brilló con sus labores percusivas, tanto en el ámbito brasileño como en los otros muchos recursos rítmicos. Michelin, desde luego, no pinchó. Lo malo es que, aunque Elias hizo gala de un gusto y un saber hacer pianístico importante, el concierto se quedó un poco en tierra de nadie. No fue ni música de coctelería –como adujo alguno– ni un trío de jazz. Lo latino se apoderó de la propuesta y la cosa se quedó en un concierto agradable de escuchar. Pero que no hará historia en el festival.
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