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No sé bien de dónde le venía a Iñaki Añúa su pasión por el jazz, pero seguramente el género terminó por inocularle en su humanidad tierna y socarrona, en su carácter a veces bondadoso y otras fuerte y férreo, la libertad formal e interpretativa en ... su trato con los demás, el mestizaje cosmopolita en sus relaciones privadas y públicas o incluso la flexibilidad 'multinstrumentista' a la hora de razonar ante todo el mundo la importancia de su querido festival de Vitoria o la necesidad de que lo financiaran patrocinadores empresariales o institucionales. Para todo eso tenía el arma secreta del buen vivir y el gran comer, el mejor dominio del 'art de vivre', con el que embaucaba y hacía proselitismo a favor de Vitoria entre lo más granado del jazz mundial.
Muy a comienzos del siglo XXI ya le había encandilado a Wynton Marsalis para que compusiera un homenaje jazzístico a Vitoria, quizás con su amistad sincera y familiar, seguramente en un condumio regado con el mejor vino en El Portalón, la sede vital de sus confabulaciones musicales. Marsalis se puso en marcha, pero la complejidad compositiva y la agenda del trompetista retrasaban los plazos. Poco tiempo después coincidí con Añúa en Nueva York, donde felizmente me llevó forzado a un concierto de Marsalis en el Rose Theather del Lincoln Center, en el que precisamnte iba a interpretar con su orquesta un par de movimientos de la futura 'Suite for Vitoria', de cuya terminación yo albergaba serias dudas. Craso error, porque en aquella ocasión el embaucamiento de Añúa entre bambalinas, entre los músicos del trompetista, entre los productores o incluso con el genial Tomasito que bailaba su flamenco con un especialista de 'tap dancing' nos demostró, sí, que el amor del personaje por Vitoria y el jazz era tan sólido como férrea su voluntad por sacar adelante semejante aventura.
Y así fue, porque en pleno julio de 2009 Añúa me sacó del olvido sobre el proyecto con una llamada telefónica en la que me dio solo una semana para que montara un equipo con el que filmar el 'making off' de la grabación completa de la suite, que iba a realizar Marsalis con su orquesta en el Conservatorio de Vitoria. Fueron tres días inolvidables, en los que quizás Añúa quiso dejar para la posteridad huellas imborrables. Entre ellas su amistad filial con Marsalis, su capacidad organizativa, su enorme prestigio en el mundo internacional del jazz, su amor por Vitoria y hasta el recuerdo humano de un personaje tan excepcional como irrepetible.
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