Sylvie Courvoisier, en un momento del concierto en el Principal. Blanca Castillo

Courvoisier, hipnótica en el Principal

Gran concierto de la pianista suiza pese a pasar casi de largo por el jazz y acentuar otros estilos con un Wadada Leo Smith de absoluto subalterno

Jueves, 18 de julio 2024, 00:25

La suiza Sylvie Courvoisier (Lausana, 1968) compareció ayer en la tercera sesión de los conciertos del Festival de Jazz en el Teatro Principal en formato de quinteto con el veterano trompetista Wadada Leo Smith (Leland, Misisipi, 1941) como invitado especial. Era un concierto anunciado como « ... onírico y luminoso», pero de eso tuvo más bien poco. Y tampoco hubo demasiado jazz en esa hipnótica, precisa y matemática sesión. Hubo jazz en el contrabajo y en los dos trompetistas, pero lo demás abarcó desde la psicodelia hasta el surrealismo, pasando por el post rock.

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Sólo sonaron tres piezas (81 minutos, contando dos de aplausos y saludos finales y una leve petición de bis que no se concedió), con la banda bien engrasada, con cada miembro del sexteto aportando sus piezas en el momento justo. Cada suite fue larga y divisible en capítulos. Y la lideresa Sylvie Courvoisier sólo presentó dos en un único primer parlamento en castellano con acento italiano: «Kaixo, Gasteiz. Me gusta hablar y escuchar el vasco. Es una lengua muy preciosa. También una persona muy preciosa está con nosotros, Wadada Leo Smith», y este saludó asintiendo respetuoso.

Curiosamente, durante todo el recital, el de Misisipi no tomó protagonismo alguno, fue un absoluto subalterno. «Estoy contenta de que esté con nosotros en este grupo» dijo ella para presentar a los miembros de la banda, uno a uno, regalando adjetivos como «fantástico» para el trompetista blanco Nate Wooley, «único» al batería Nasheet Waits, y destacando que lleva 10 años como compañera musical del contrabajista Drew Gress. Al acabar la segunda suite los volvió a presentar y el más ovacionado fue el baterista, no sólo por el solo que se había marcado.

81 minutos

El recital constó de tres suites con cada miembro del sexteto aportando sus piezas en el momento justo

Waits tocó los parches con rotundidad, a pesar de lo a menudo delicado del repertorio, y sonó muy bien empastado, algo también propiciado por el sonido estupendo que se consiguió en el Principal. El primer título fue en francés, 'El pavo rojo' o algo así («¿como se dice en vasco?, ¿rosé?», preguntó la pianista), y cursó en modo trilogía de banda sonora imaginaria: el minimalismo absoluto como lienzo de las trompetas lánguidas vía Miles Davis. Más minimalismo misterioso esta vez con el trompetista Nate Wooley colando un solo más que en la onda free en plan música contemporánea. Y el bajista Drew Gress marcó líneas muy Charlie Haden (Haden y Miles serían los reflejos más jazzistas de la fórmula) para dar pista a un post-rock luego más evidente.

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Sesión 'lynchiana'

La presentación enlatada había anticipado una «música onírica y luminosa», pero nos atrevemos a disentir. Onírica sí, surreal incluso, pero resultó más bien nocturna, 'lynchiana' (por el cineasta David Lynch). Y de ser luminosa sería por la luz reverberante del desierto que te deslumbra, te ciega. En la segunda pieza el post-rock se hizo evidente con la intro guitarrística de Christian Fennesz, y ese ambiente pasó por el country alternativo de Lambchop (estaban dispuestos casi igual en el escenario: sentados y en semicírculo y con alguna gorra de visera), los lapsos ruidistas de nuevo más que free fueron surreales, y la tercera pieza fue un blues a lo Nick Cave con Birthday Party, sugerente y hasta psicodélico. Una psicodelia que también había titilado en el arranque de la sesión vespertina y que al brotar de nuevo en el epílogo cerraba el círculo.

Y saludaron durante dos minutos, felicitándose y abrazándose entre ellos, y Sylvie cogió su bolso, y todos hicieron mutis sin oportunidad ni atisbo de bis. Conciertazo, oigan, en un teatro con 476 espectadores con muy pocas deserciones.

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