Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Chucho Valdés (Quivicán, Cuba, 1941) comienza muchas de sus respuestas diciendo «imagínate». Ese ejercicio de repasar diferentes momentos de su carrera sugiere algunas escenas que han abrillantado la figura de uno de los grandes pianistas cubanos. Cuando echa la vista atrás se ve siendo un ... crío, sentado junto a su padre acariciando a esas teclas blancas y negras. Más tarde, al calor de los focos en el escenario del Carnegie Hall de Nueva York, confirmado como uno los renovadores del latin jazz. Otra instantánea dibuja una gran sonrisa mientras alza su primer Grammy con Irakere (1979). Luego llegarían otros diez galardones, salones de la fama... Esta inmensa estrella del jazz refulgirá esta noche en el segundo pase de la sesión de Mendizorroza (22.00).
– El año pasado Ariel Brínguez dijo que usted había cambiado la música latinoamericana tres o cuatro veces. ¿Cómo sientan estos halagos?
– Imagínate. Lo afirman estas nuevas generaciones de músicos brillantes y tremendos músicos que yo adoro. En realidad yo he hecho mi trabajo, pero no me doy cuenta de elo. Lo que veo es que es aceptado y eso me hace muy feliz. Que diga eso una generación de músicos que adoro es un honor.
– ¿Sigue aprendiendo?
– Todos los días. Sigo estudiando y aprendiendo cosas para aplicar. Eso es importante.
– Entiendo que también ensaya a diario. ¿Cuántas horas?
– Bueno, horas de piano son muchas diariamente porque es lo que tuve desde niño que mi papá me enseñó. Eso es súper importante. Y de la creatividad, ¿no? De intentar hacer cosas nuevas. A veces me pregunto con los músicos, 'vamos a buscar esto', 'vamos a hacer esto o esto otro'. O sea, que hacemos un trabajo de laboratorio y hay cosas, muchas cosas que salen, se aplican y funcionan. Y otras no...
– En casa, desde pequeño imagino que con el gran Bebo, ¿a qué edad se sienta a tocar el piano por primera vez?
– Yo no sé, no tenía uso de razón. Mi mamá y mi abuela, que fue a partir de los tres años que mi papá se iba y yo me sentaba a tocar melodías. A intentar verlo siempre... Mi papá descubrió el piano a los cuatro años, pero mi mamá dice que desde los tres años yo ya estaba pensando que era como un juguete.
– Antes de ir al conservatorio tenía en casa al maestro.
– Hubo mucho, mucho de mi papá enseñándome y empecé a ir a la escuela de música a los nueve años.
– ¿Hay algún consejo que sigue teniendo presente de su padre?
– Siempre me decía que había que tener disciplina y respeto. Si quieres ser músico, como en todas las carreras que son serias, hay que ser riguroso. Todo esto exige disciplina, respeto, sacrificio y dedicación. Y es la única forma, porque el talent se trabaja. Si tú no lo desarrollas, te quedas ahí. Tienes que desarrollar el talento que te ha dado Dios.
– Nació el 9 de octubre, mismo día que su padre.
– Tuve ese honor, sí. Además, tengo un hijo que es baterista, que es uno de los más jóvenes de mis hijos, que nació el 9 de octubre de 1984 y es un gran 'drummer', un gran baterista. Eso son casualidades.
– ¿Piensa que estas coincidencias pueden tener que ver con que hay algo que se nos escapa de las manos?
– Yo creo que sí, que hay algo en esa casualidad. Algo tiene que haber.
– De sus más de 50 años de carrera, ¿hay algún concierto memorable que no se quita de la cabeza?
– El 25 de julio de 1978. Fue el debut de la banda Irakere en Estados Unidos, en el Carnegie Hall de Nueva York. Y a ese concierto asistió mi papá, que no lo había visto en 18 años. Yo sabía que después del concierto lo iba a ver. Ese fue el recital más emocionante de toda mi vida. Para mí eso ha sido lo más emocionante de toda mi vida.
– ¿Sabía que su padre se encontraba entre el público?
– Sí, me había llamado por teléfono una tía mía. Me dijo 'tu padre va a estar en el concierto'. Imagínate. No tiene explicación lo que yo sentí en esos momentos. Imagínate.
– ¿Fue entonces cuando Irakere se afianzó a nivel internacional?
– El primer contrato internacional importante fue con la Columbia de Estados Unidos, debutando en el Festival de Jazz de Newport, en Nueva York. Mi padre Chucho voló desde Suecia para verme por primera vez en muchos años. Después del concierto salí corriendo a buscarlo porque yo sabía que estaba. Eso fue increíble.
– ¿Cómo ha influido haber nacido en Cuba en la personalidad?
–Imagínate, tenemos toda la alegría de lo mejor de España y lo mejor de África. Y lo mejor después es cubano, hijo de español y africano. O sea que eso es ritmo por donde quiera y alegría y vida.
– Hay varios ejemplos de artistas que no se jubilan. ¿No piensa en dejarlo?
– Bueno, mira, yo pienso que los músicos nunca se jubilan. Yo tengo un concepto de que la música es como una eterna espiral. Jamás encuentra un final porque va creciendo, va aumentando, aumentando, aumentando... El día que me retiren será el día que yo piense que ya no tengo nada más que hacer, nada nuevo que ofrecer. Porque yo nunca pienso en repetirme. Pero todavía, gracias a Dios, no ha llegado el momento.
«¡Si el público no se levanta solo, yo hago que se levante!». De esta manera explica la cubana Ylian Cañizares la carga rítmica de una propuesta con la que abre la sesión hoy en el polideportivo Mendizorroza (20.30 horas) antes de que se suba a las tablas su paisano Chucho Valdés. La compositora, violinista y cantante presentará en su primera visita al Festival de Jazz de Vitoria su disco 'Habana-Bahía'. Temas intimistas se conjugan con temas más bailables que remiten a rituales como 'Lo que tiene que llegar' o 'Dame ese beso', en una velada puramente cubana. «La música es parte fundamental de nuestra vida. Expresamos todo a través de ella. Somos un pueblo que vive y hasta sobrevive gracias a la música», dice. Su ritual, antes de salir a escena, da buena prueba del peso espiritual de su show. «Hago una 'rueda' con mi grupo para unir nuestras energías y dar gracias por ese momento. Y también hago la oración que sienta en ese momento, para agradecer el hecho de poder hacer música y compartirla con el público», comenta esta artista que descubrió que el violín encajaba en el jazz escuchando a Grapelli, el conocido músico francés del quinteto Hot Club. «Hasta ese momento no tenía conciencia de que se podía hacer jazz con mi instrumento. Siempre lo había escuchado en piano, trompeta, saxofón… nunca el violín. La libertad de poder improvisar y todo eso, me llamó mucho la atención y decidí empezar a explorar», explica esta profesora en la Escuela de Jazz y de Música Actual de Lausana (Suiza), donde reside desde hace más de una década. Cañizares inició su formación como violinista a los 7 años, en la escuela Manuel Saumell de La Habana. «Mi profesora Alla Taran (de la Unión Soviética) fue mi primer gran referente».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.