Natxo Artundo
Jueves, 14 de julio 2016, 22:08
Dos partes distintas, cada una con sus toques de personalidad y con un concepto diferente. Pero en ambos casos el jazz subió a gran altura. Así puede resumirse la velada del miércoles en el Festival de Jazz de Vitoria, con el trompetista Tom Harrell ... y el saxofonista Joshua Redman como artistas estelares.
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La profundidad del contrabajo de Ugonna Okegwo abrió la actuación de Harrell que, con el fiscornio, atacó la melodía junto al saxo tenor de Ralph Moore, con la batería de Adam Cruz completando un cuarteto de enorme sonido. El esquema de solos consecutivos de saxo, trompeta y contrabajo para volver al tema y resolver la pieza es algo tan característico del jazz que hasta la escritora Toni Morrison lo empleó como estructura narrativa literaria. El cuarteto lo usó varias veces, pero lo importante está en lo que cada músico hacía en esos turnos de expresión y diálogo global. Y, en este sentido, la banda no defrauda en absoluto.
Ya fuera en composiciones como la reciente 'Adventures of a Quixotic Character', 'Sunday' o 'Shuffle' el cuarteto brilló, con una gran labor del bajista, que en este concepto debe asumir el apoyo armónico. Y Okegwo lleva casi veinte años junto al maestro Harrell, a quien su a veces delicada salud no impide seguir en lo más alto del Olimpo trompetístico y jazzero. En su fraseo hay rigor, hay intención e inventiva. Es la sensación de asistir a la cocina de grandes chefs y degustar el menú según se crea, aunque el comedor de Mendizorroza sólo contaba con una media entrada, algo por otra parte habitual cuando se trata de jazz con todas las letras y sin calificativos que justifiquen la presencia en escena de otro tipo de músicas. Algo así como cuando en Valencia distinguen entre algo muy concreto: la paella y el 'arroz con cosas'.
En pleno jazz, una balada a cargo del fiscornio de Harrell y el contrabajo entusiasmó a la audiencia. También lo hizo más adelante Cruz con su batería, en un solo que enganchó al personal. Pero es que cada solo del cuarteto eran ideas en movimiento. En algunos casos, se podía apreciar cómo algo se transportaba y modificaba, se desarrollaba y evolucionaba, ante los ojos y oídos del público del festival alavés. Y del pianista Kenny Baron y el contrabajo Dave Holland, que asistieron a la velada.
Profesor ante el atril
Incluso aunque se vieran partituras en el atril, como la que desplegó Moore, lo cierto es que no se podía ver esa frontera entre lo escrito y lo improvisado, algo que también sucedió con el cuarteto de Joshua Redman. El saxofonista salió a escena con camisa blanca, corbata de tonos morados y unas gafas que le daban aspecto de profesor y le ayudaban a leer las partituras del atril. Y es que, tal y como explicó, el cuarteto es una apuesta nueva e igualmente nueva era la música.
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'Trust', del bajista Joe Sanders; 'Kite Song', de Redman y 'Sweet Caroline', del pianista Kevin Hays permitieron ver ya magistrales juegos de dinámicas e intensidades o desarrollos de solos apasionantes. Controlan la tensión y la sueltan, parac resolver con firmeza y espectacularidad sonora y musical. Pero no es la finalidad aunque sí funciona, sino que la meta está en el propio camino.
Éste, además, puede ser tan diverso como las composiciones de Jorge Rossy 'Mmm Yeah' o el 'Kalypso' que tocaron después, con Redman disfrutando como un pez entre el coral, cual Sonny Rollins. Y después, tocó una balada compuesta por él mismo, 'Borrowed Eyes', que fue de lo más emocionante de la noche.
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Joshua Redman hizo sonar ecos de Rollins y Coltrane, con su propia personalidad y una certeza: se trata de uno de los mejores saxos tenores de la actualidad, junto a Branford Marsalis y algún otro maestro que cada uno quiera meter en el triunvirato. Aparte de lo musical, Redman estuvo simpático y se expresó en castellano para destacar que el de Vitoria es «uno de los festivales más importantes en el mundo» y desearle «feliz cumpleaños» por su 40 aniversario.
Temas de Kevin Hays como el basado en el 'Scrapple From The Apple' de Charlie Parker o 'All I have' estuvieron entre lo mejor de una propuesta que obliga a un gran nivel musical. Por este motivo, puede decirse sin temor a equivocarse que ha sido una gran noche de jazz. Y una noche de gran jazz, también.
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Por la tarde, GoGo Penguin desplegaron su estilo contemporáneo ante un Teatro Principal que gozó de un fluido repertorio. Son mucho más de lo que un contrato discográfico con el legendario sello Blue Note supone. De hecho, bastante más que algunos que han grabado allí sin el nivel ni la originalidad de los británicos.
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