La lluvia, siempre tan temida en el Bilbao BBK Live, cayó con ganas durante el concierto de The xx, pero no logró poner en fuga a los miles de fans cautivados por su propuesta. Y eso que, a priori, pocas cosas parecen menos aptas ... para un festival multitudinario que la música del trío británico. Al menos, si nos ceñimos a su estilo original, un intimismo minimalista, austero, en el que a veces parecen asumir el reto de reducir todo lo posible el acompañamiento instrumental. Con el tiempo, su sonido ha ido derivando hacia terrenos más electrónicos, con una tensión constante entre el recogimiento confesional y la explosión bailable, pero lo cierto es que en el 'set' de ayer predominó lo primero: una persona ajena a la singularidad del grupo se habría quedado desconcertada ante esa muchedumbre fascinada por un escenario en el que, a menudo, sonaba un único instrumento o solo se escuchaba una voz susurrante. Caramba, a veces la gente incluso prestaba atención al silencio.
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El concierto arrancó con veinticinco minutos de retraso, por problemas técnicos, y desde el principio The xx impusieron sus reglas. Arrancaron con 'Dangerous', con el geniecillo electrónico Jamie subido a su pedestal y los dos vocalistas, Romy (también a la guitarra) y Oliver (también al bajo), situados al frente con sus chaquetillas plateadas. Fue un inicio afiliado a su línea más reciente, maximalista para sus parámetros, pero inmediatamente recuperaron uno de sus clásicos, 'Islands', que sentó las bases de lo que sería la mayor parte del concierto. The xx logran crear un delicado microcosmos, un universo de mínimos detalles en el que cualquier pequeño cambio parece un cataclismo: cuando se juntan las dos voces (por ejemplo, en 'Crystalised') o suenan todos los instrumentos a la vez, se produce un estallido de energía, y el público acaba bailando pasajes que en otras bandas serían los lentos. Los dos vocalistas bordan sus partes, esas melodías de soul narcotizado y emocional, que siempre suenan a nocturno o a recién levantado.
Jamie cantó pasajes prácticamente a capela en 'A Violent Noise', Romy se quedó sola con la guitarra en 'Performance', y el público seguía hipnotizado. 'Test Me' marcó uno de los hitos de lentitud y parquedad instrumental, pero tampoco importó a nadie. «Parecéis muy mojados», se compadeció Oliver, antes de declararse «enamorado» de Bilbao, donde han pasado una semana entera, y dedicar 'Fiction' al colectivo LGTB. Ahí, por fin, la gente rompió a dar palmadas desafiando a la lluvia y estalló el baile, que siguió con temas como 'Shelter' o 'Loud Places' (en realidad, de Jamie en solitario), como un anhelado desahogo rítmico antes de la despedida con 'Intro', el «eskerrik asko» de Romy y una hermosa 'Angels' bajo el aguacero.
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