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María José Llergo, nacida en Pozoblanco, Córdoba, hace 30 años (donde hace casi 40 sufrió la corrida mortal del toro Avispado la figura Paquirri, padre del DJ Kiko Rivera), comenzó como tímida cantaora a la que intentaron infiltrar en el circuito del pop indie más ... que en el del flamenco jondo. Tenía formación reglada en Barcelona y muchos nervios en escena. Defendía la pureza, preconizaba la influencia que en ella imprimió su abuelo campero, pero María José se abrió a lo tecnocrático y ya con su segundo disco, 'Ultrabelleza' (Sony, 23), lo sintético y artificioso se impone con descaro y con muchos filtros para su voz. O sea, ha seguido el mismo camino que Rosalía, su espejo, aunque sin plantel de bailarinas en escena.
Poco de flamenco queda en la Llergo, que abusa del vibrato luego deformado con filtros. En el escenario 2 del BBK Live, dio un concierto corto de 11 temas en 45 minutos y en trío demasiado escueto: un teclista y un baterista que no conseguían aportar toda la afección del disco. Y con semejante limitada escolta ella se vio obligada a llenar la escena sola, danzando vestida con un mono y una suerte de capa que la asemejaban a un personaje de la serie 'Galáctica', brincando sobre unas plataformas de drag queen, y cantando con menos efectos microfónicos que en el disco, pero insistiendo con melismas, trémolos, vibratos y hasta ecos.
Pero conectó con la parroquia, a la que le puso mil corazones con sus manos y dando saltitos y a la que a menudo le espetó que la quería. Le chillaban guapa y respondía guapa tú, y le llamaban reina y replicaba reina tú que no soy monárquica (el titular tómenselo como la reina de la baraja, ¿eh?). Otra le piropeaba con otro guapa y ella ponía un corazón.
Y su cancionero, una lección de amor o más bien de sensualidad en todas las direcciones, contuvo rap (el final de 'Visión y reflejo', luego en 'La luz'), etno tecno panteísta ('Me miras pero no me ves'), la sexualidad sintética de Vicente Navarro ('Juramento'), andamiaje urban ('Malaje', el bis con 'Rueda, rueda'), rave moruna a lo La Mala ('Lucha', rematada con más corazones) y ondulaciones totalmente Chambao ('Aprendiendo a volar').
Bien en lo suyo, pero con mayor instrumentación, más banda, más acompañamiento, estaría mucho mejor.
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