El crecimiento exponencial de la industria festivalera global tiene sus contrapartidas negativas en la competencia desbocada por el cartel, en la disputa de las fechas más idóneas desde el punto de vista comercial o incluso en la concurrencia por los patrocinios privados y las subvenciones ... públicas. El BBK Live no se libra de todo esto, por mucho que se diga que su celebración convierte a la ciudad en «el epicentro de la cultura internacional», ya que el negocio propicia anualmente la celebración de más de 850 festivales en toda España, con un impacto económico de 400 millones solo entre los diez más grandes. Con estos antecedentes, se entienden las dificultades de este festival -o de cualquier otro de los punteros en Europa- a la hora de atraer grupos de renombre global y una audiencia nacional e internacional. Véase, por ejemplo, que este año el BBK Live coincide en fechas con el Mad Cool, cuyo cartel con Dua Lipa y Pearl Jam, entre otros, es muy sugerente. Además, por mucho que el front-line de Bilbao sea enormemente atractivo, no se puede olvidar que los Massive Attack vienen de un largo tour europeo, que The Prodigy actuarán aquí dos días después de hacerlo en el Icónica de Sevilla, que los Arcade Fire se presentarán un día después de pasar por el mismo evento andaluz, que los fantásticos Jungle acaban de tocar en el último Glastonbury de hace dos semanas y que también actuarán el 25 de julio en el DC-10 de Ibiza; o que Grace Jones ya pasó también hace tres semanas por la discoteca Pachá de Ibiza. Son gajes del negocio y del auge festivalero que naturalmente no empequeñecen la importante oferta del BBK Live, cuya vigencia competitiva de futuro quizá esté en la especialización del cartel, en un tamaño adecuado, en los complementos que aprovechen el atractivo de la ciudad, en las mejoras de movilidad y en una alta eficiencia organizativa.

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