Más allá de la música, los festivales tienen también un fuerte carácter visual. A ratos parecen pasarelas con atuendos escrupulosamente pensados desde semanas antes: camisas con estampados imposibles, complementos en el pelo, caretas llamativas... Y auténticas obras de arte en la piel. Estas les acompañan ... también durante el resto del año, y algunas encierran historias que merecen un capítulo aparte en este BBK Live.
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«Tengo un trozo de la letra de los Smiths 'There is a light that never goes out' tatuada dentro de una tumba y un amigo mío tiene la continuación. Simboliza que siempre estaremos juntos», revela la madrileña Laura a las puertas del recinto. Las agujas también han trazado en su espalda un gato en forma de clave de sol. La bilbaína Ana tiene la música tan presente en su vida que forma parte de su epidermis. En el antebrazo lleva las archiconocidas ondas de Joy Division «para tapar una época complicada de mi vida». El grupo le encanta, y los tatuajes más. En dos años ha coloreado su piel en treinta ocasiones.
El mismo diseño, pero en el muslo, luce el soriano Ricardo, cuyos brazos son un auténtico lienzo. «Mi favorito es uno con un faro, y tengo otro que me hice con mi pareja». Su novia Silvia nos muestra el diseño, realizado por Adriana Maluquet, en el que se ven dos caras, una alegre y otra endemoniada, dependiendo de la perspectiva con la que se mire.
«Mi madre dijo un día 'te podías haber dedicado a coleccionar sellos en vez de tatuajes'», cuenta entre risas Txoron, justo antes de mostrar las decenas de diseños que cubren sus brazos y manos. Tiene otro en el pecho y piensa empezar a dar color a sus piernas, «que aún están vírgenes». Incluso él mismo ha sido inspiración para un diseño que podría acabar plasmando en su piel: «Un tatuador me sigue en Instagram y me dijo que le había inspirado. No descarto acabar haciéndomelo».
Para el bilbaíno Unai, la familia es un pilar tan importante que le llevó a tatuarse un lobo en la espalda. «Simboliza una manada, que antepone siempre a sus parientes», explica. También ha sometido sus brazos a las agujas, y uno de ellos tiene una tortuga nadando junto a unos volcanes. Cinco horas y media de minucioso trabajo. La italiana Silvia ha llegado a tardar hasta un año en acabar uno de sus diseños. Es el último y, «por lo tanto», su favorito. Un símbolo asiático que resalta entre el resto de recuerdos. «Viajo mucho y aprovecho para grabarlos en mi piel». Nueva Zelanda, Perú... Y quién sabe si Bilbao. «¿Hay buenos estudios por aquí?».
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