La buena y transversal vibra de Duki

En pleno ascenso a todos los niveles, Duki demostró ayer en el escenario principal del BBK Live que se aleja en directo tanto del postureo agresivo de trap-rap como de la precariedad escénica de la que adolece buena parte del género urbano que a menudo prima más lo visual. No es que Duki no cuide la estética ni la pose, pues luce tatuajes hasta en la cara como un marero (se vieron perfectamente en las pantallas las alas de ángel y el murciélago que lleva bajo sus ojos) y en Bilbao se presentó con un modelito de Versace y un cadenón de oro, que alguien del público atribuyó a su diseñador personal de joyas.

Pero a diferencia de los astros de su liga, el mc porteño no se acompaña de un dj o bases enlatadas, sino de un potente cuarteto de funk metal que habría gustado a los fans de Def Con Dos, Body Count o Rage Against the Machine. Una conexión rockera que en vivo subrayó los fogonazos y llamaradas del frontal del escenario y las pantallas.

Orgullo de astro de barrio

Con esa electricidad y favorecido por la tremenda amplificación en un escenario central que no se le quedo grande, encadenó sin pausa y con sonido poderoso 'Rockstar', 'Por mi nombre' y 'Si te sentís sola'. Ligando sus inicios de rapero de parque con su último 'Antes de Ameri', Duki fue escupiendo su barras pisando el acelerador del flow. La potencia de la banda ensombreció un tanto el abuse del autotune, que es su sello y que se hizo más palpable en su deriva a trap con el 'Pininfarina' de Miami y los bugas italianos. Camisetas albicelestes saludaron en las primeras filas 'Piensa en mí', antes de que Duko, que así se hace llamar también, se desatara a medida que entraba en lo que, a en alusión a su primer grupo y su pendenciera trap life de entonces, llama su 'Modo Diablo'. En esa vena más trapera y sintética mejoró curiosamente con un 'Harakiri' a un paso de Rauw Alejandro o Bottas con alusión a su pasado químico.

Pareció recuperar el funk rock pesado en 'Sin Frenos' para jugar a su caballo ganador. Entre agradecimientos al variadísimo personal que coreaba hasta las intro melódicas de sus temas, Duki se centró en su afilada capacidad lírica, que ha desmostrado en temas que por momentos ligan en lo musical el trap-rap con el pop urbano.

Tirando de sus inicios disparó sus textos con orgullo de astro de barrio ahora glorificado por el dinero y el lujo. La 'Session 50' de Bizarrap, donde cuenta su ascenso «metiendole como un warrior», desato una euforia que no decayó con el 'Don't Lie' que grabó con el canario Quevedo. Mostrándose más confesional y sentimental, Duki echó el resto en la traca final con bombas de su cosecha como 'Malbec', la pugilística 'Hello Cotto', o la asertiva despedida 'Givenchy', que evidenció que Duki está para otras ligas. Las del pop urbano latino rapero reguetonero para grandes estadios. Las 60.000 entradas para su concierto del nuevo estadio madridista ya vuelan. «Trasmite mucha energía y una buena vibra que incita a bailar», sentenció una chica que más que filorapera, parecía una fan de La Oreja de Van Gogh.