El Bilbao BBK Live no tiene edad
De los 4 a los 64 ·
Del mismo modo que por el escenario principal pueden pasar artistas tan alejados como Pavement y Duki, aquí cabe público de (casi) todas las generacionesSecciones
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De los 4 a los 64 ·
Del mismo modo que por el escenario principal pueden pasar artistas tan alejados como Pavement y Duki, aquí cabe público de (casi) todas las generacionesLa imagen tópica del festivalero muestra a una persona joven, de alrededor de veinte años, a ser posible vestida de una forma creativa que resultaría impropia para un trabajo formal. Pero, en realidad, la demografía del Bilbao BBK Live es una cosa mucho más variada ... y compleja: del mismo modo que en el escenario principal conviven sin problema glorias del rock noventero como Pavement y estrellas urbanas de ahora mismo como Duki, entre los asistentes caben (casi) todas las edades. En este repaso década a década, desde niños a sexagenarios, unos cuantos asistentes a la edición de este año nos cuentan qué les ha animado a subir hasta aquí arriba.
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Ya es la segunda vez que Uxue asiste al BBK Live, aunque ella no lo llama así: «Me gusta mucho la fiesta de la montaña», explica con aplomo, mientras le ponen unas trenzas de extensiones naranjas y sueña con teñirse el pelo «de todos los colores del arco iris». En realidad, la música que más le gusta a Uxue son Ene Kantak, que desgraciadamente no figuran en el cartel de este año, pero está más que acostumbrada a sonidos más adultos. Sus padres son veteranos del festival: Eider viene desde la segunda edición e Iñigo puede presumir de haber estado en la primera, cuando todavía no llevaba el BBK en el nombre. «Entonces esto era muy distinto, más de andar por casa», evoca. La pareja está deseando ver a Arctic Monkeys («llevamos años esperándolos»), pero eso Uxue se lo va a perder.
Ana está alojada en el cámping con dos amigas. «Solo había ido a otro festival en mi vida, el Mad Cool, pero este me está gustando más: no sabía que se hacía en una localización tan bonita, con este paisaje», elogia. Eso sí, ya ha descubierto alguna de las contrapartidas negativas del entorno montañoso: «Anoche tuvimos que pasarnos por la tienda para coger una chaqueta». Ana sentía ayer mucha curiosidad por ver a Phoenix, pero la razón que la ha traído hasta aquí está muy clara: «Soy muy fan de Arctic Monkeys, no hay ningún otro artista como ellos».
«Nos gusta la música y nos gusta el norte, así que teníamos que estar aquí», arranca Sandra, que presume con orgullo de antepasados bermeanos. Las tres amigas de Parla quizá sean las más cercanas a ese perfil típico del festivalero y, desde luego, le están sacando todo el jugo a sus tres días. «Lo de Florence estuvo muy bien», apunta Yaiza. «Lo de Florence fue una experiencia religiosa», sube la apuesta Valentina. Entre sus favoritos del cartel figuran Arctic Monkeys, Duki, Delaporte y María Escarmiento, pero ayer también tenían previsto aguantar hasta el final para bailar con los DJs de Antídoto Club, programados a las cuatro y diez de la madrugada. Ya la víspera se retiraron hacia el cámping a eso de las seis. ¿Cómo es Kobetamendi a esa hora? «Mucha gente, mucha cola para los buses». ¿Mucho desfase? «Bueno, eso depende, estará al 50%».
Mariví se ha venido sola desde San Vicente con una motivación inequívoca: «Ni Arctic Monkeys ni nada, ¡yo vengo por Tinariwen! Traje un niño del Sahara hace años, suelo ir por allí y escucho mucha música tuareg», proclama. Además del blues desértico de la banda maliense-argelina, en su programa del día destacaban La Plazuela y Baiuca, los unos con raíces en el flamenco y los otros en el folk gallego. «Sí, no se puede negar que voy por el lado más tranqui», admite, segundos antes de revelar que también ha asistido al Resurrection Fest, el estruendoso cónclave metalero de Viveiro. «Ja, ja... La verdad es que voy de extremo a extremo. Y Pantera estuvieron brutales».
Alain, de Santurtzi, y Txema, de Barakaldo, son realmente aficionados a los ovnis y el espacio, aunque lo de las inconcebibles camisas a juego tiene su explicación: todos los años, allá por febrero o marzo, Alain tiene la costumbre de comprarse por internet un surtido de prendas cantosas 'made in China' para lucir en los festivales, y la de los aliens, que costaba 11 euros, se la mandaron de una talla demasiado pequeña. «Se la quedó Txema y me compré otra más grande. Y con ellas iremos a ver pinchar a Ben UFO». ¿Hay vida extraterrestre en el BBK Live? «Desde luego, los de Basoa son todos de otra galaxia», desvelan, con el conocimiento profundo que da haber asistido a casi treinta ediciones entre los dos. Quizá ellos también tengan algo de anatomía marciana, porque la víspera se retiraron a las seis de la madrugada y ayer ya estaban al pie del cañón, así de espléndidos, bajo el solazo de las cinco y media de la tarde: «La música nos lleva, nos gusta investigar y descubrir».
A John lo sorprendemos en pleno barullo bailable de Basoa, la zona electrónica, pero resulta que no procede exactamente de otra galaxia: viene de Glasgow, en Escocia, y es un habitual del BBK Live desde 2015. «Vengo todos los años porque me encanta el festival y amo Bilbao. Es que aquí no hay nada que pueda no gustar: la comida, el Guggenheim... Tiene mucho que ver con Glasgow: se trata de ciudades con un pasado de industria pesada que se han transformado». A John, que hace el viaje en compañía de dos amigos, le pareció «increíble» el concierto de Florence & The Machine y ayer quería ver a Róisín Murphy y The Murder Capital. «Este es un festival muy inclusivo, con gente de todas las edades, al que puede venir sin problema alguien mayor como yo: nunca he visto violencia ni peleas».
Manuel, con su camiseta de Diana Ross, es barcelonés y asiste por segunda vez al BBK Live: ya estuvo en una edición antes de la pandemia, siempre «con los colegas de Bilbao». Primero dice lo que no le gusta del festival e insiste mucho en que se refleje: «Los accesos, claro, y las colas para los autobuses a la hora de bajar. Todo eso tendría que estar mucho mejor organizado». ¿Y lo que sí? «A mí me gusta la música en general y, por ejemplo, en esta edición quiero ver a The Blaze, es lo que me ha traído. Y pasar bien el día: si llueve, tampoco me importa mucho. Suelo ir al Primavera Sound, pero aquí hay más gente de mi edad: en general, creo que en el País Vasco los maduros están más activos, en Barcelona tienen más costumbre de recogerse a partir de cierta edad».
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