Aplausos para buses y comida, críticas por la falta de internet

El festival tuvo varios puntos fuertes. Uno de ellos, la creación de un nuevo servicio de autobuses con reserva por un euro y medio. Aunque nadie te libraba del repecho final hasta Kobetamendi, al menos era una forma de evitar grandes colas que te llevaran a perderte una actuación por la que tuvieras especial interés.

La posibilidad de disponer de agua potable gratis en el recinto es algo imprescindible. Especialmente teniendo en cuenta las abrasadoras temperaturas de las primeras horas de la tarde. También era digno de aplauso la variedad gastronómica que una vez más se desplegó por Kobetamendi. Incluso algunos restaurantes locales colocaron sus foodtrucks. Sabores para todos los gustos con bastantes opciones veganas. Y en caso de querer llevarse a casa algún recuerdo, tampoco estaba nada mal el pequeño mercadillo de ropa y complementos con espacio para creadores vascos.

Este año hemos vuelto a ser los de antes, un poco hasta en sentido literal. La mayoría de compañías telefónicas no tenían internet en el recinto. Imposible buscar online los horarios o contactar con ese amigo que se había desviado para ir a otro concierto. Fue un festival analógico con cierto romanticismo, pero con alguna complicación extra. Quizá el año que viene haya que pensar en poner algún punto wifi para evitar que el servicio colapse. Por otro lado, muchos festivaleros que habían recargado antes de subir a Kobetamendi la tarjeta cashless de su pulsera -el único método de pago válido en el recinto- se encontraron con que el ingreso no se había efectuado. La caseta de incidencias tuvo mucho más trabajo de lo esperado. Otra de las quejas más repetidas provenía del camping. Los usuarios lamentaron que este año no se hubiese instalado allí un supermercado, que siempre aporta un extra de comodidad, sobre todo, si tenemos en cuenta la distancia a la tienda más próxima.